Pocos son los afortunados que saben exactamente lo que quieren, que tienen bien definido su propósito y saben exactamente a dónde van. Sin embargo es un anhelo que todos hemos experimentado. Quién soy y a dónde voy.
Hace muchísimos años la Biblia nos muestra la vida de Caleb. Es mundialmente conocida la historia del Pueblo de Israel y sus travesías en el desierto, la manera tan extraordinaria en que fueron libertados de Egipto, las plagas, cruzando el mar, etc. Sin embargo cuando Dios los libera de Egipto y los manda al desierto, les promete una tierra, donde podrán establecerse como nación. Dios le dice a Moisés que escoja un representante de cada una de las tribus; había 12 tribus. Estos representantes serían enviados a la “tierra prometida”, para que la inspeccionaran, y posteriormente trajeran frutos muestra y contaran cómo era a todos los habitantes del pueblo de Israel. Debían decir si eran muchos habitantes o pocos, si eran grandes o pequeños, que tipo de frutos había, cómo eran sus murallas, etc. Y así fue, fueron los 12 inspectores a checar la “tierra prometida”. Dios les había dicho que se las daría, pero tenían que conocerla primero. Después de 40 días regresan con frutos enormes. Un solo racimo de uvas se necesitaba cargar entre dos personas. Se dieron cuenta que era una tierra muy fructífera, le decían la tierra donde fluía “leche y miel”; sin embargo los habitantes eran gigantes, literalmente, medían más de tres metros, eran muy fuertes, tenían una ciudad amurallada y eran mucho más que los israelitas. Así que cuando regresan del viaje, diez de los exploradores se encargan de desanimar a todos los israelitas, diciéndoles que sí era un lugar maravilloso, pero que jamás podrían tener, porque todo estaba en su contra. Sin embargo hubo dos hombres que fueron positivos y que se atrevieron a tomar el reto: Josué y Caleb. Ellos, contrario a sus colegas, se encargaron de platicarles a todos lo increíble que era esa tierra y cómo sería suya. La negatividad de los demás fue mayor y no fueron por la tierra. Pasan 45 años y se reparten algunas otras tierras de los alrededores, sin embargo Caleb va con Josué, que era el que estaba al mando en ese momento, y le dice va a cobrar la promesa que le hicieron. Él se había preparado durante 45 años para poder ir a tomar la tierra prometida y el monte que hacía muchísimos años había ido a visitar. Josué recuerda aquella promesa y lo bendice para que vaya. Caleb a sus 85 años sube al monte y lo toma para su tribu.
Esta historia resulta en verdad fascinante. Y tiene mucho para aprender. Caleb tomó una visión, un sueño, una meta y trabajó en ella hasta que se cumplió. Debemos tener presente que Dios tiene planes grandes para nosotros. Me gusta lo que dice Jeremías 29:11, que Dios tiene planes de bien y no de mal para nosotros. Pero el primer paso es creerlo, para entonces sí empezar a trabajar en eso. Una vez que defino cuál es misión, objetivo, sueño o idea; necesito decidir ponerme a trabajar. La lista de “sueños” puede ser muy grande, pero lo crucial será el día que decidamos hacer algo para llegar a esto. Siempre teniendo presente que lo que Dios nos pone como sueños, proyectos, etc., es porque nos capacitó con las herramientas para poder hacerlo. No podemos permanecer en pausa toda la vida. Es momento de aceptar el reto, tal cual lo hizo Caleb. Sabía cuál era su meta y decidió tomarla, a pesar de que representaba mucho.
Siempre vendrán miedos que impedirán que cumplamos con el cometido, el constante “no puedo, no sé, no me sale”; el muy común menosprecio a nosotros mismos, más allá del menosprecio de los demás; la comparación, la falta de apoyo, lo mal que me ha ido en mi pasado, etc. Es necesario identificarlos, para trabajar en ellos, vencerlos y salir adelante.
Me gusta lo que dice el libro de Santiago, en la Biblia, en el primer capítulo dice que nos consideremos muy contentos y agradecidos cuando estemos pasando por pruebas o situaciones complicadas, ya que la prueba de nuestra fé produce constancia (paciencia), y la constancia lleva a feliz término la obra, para que seamos perfectos e íntegros, y no nos falte nada. Si a alguno le falta algo debe pedírselo a Dios, porque Él da a todos sin menospreciar a nadie. Pero al pedirlo, lo debemos pedir con fé, sin dudar; porque si dudamos somos como las olas del mar inconstantes que van de un lado a otro. Justo cuando decides seguir tu sueño, regularmente vienen mil conflictos. Pero es ahí cuando debemos tomar este consejo y sentirnos privilegiados, porque definitivamente nos llevará a desarrollar el carácter que Dios espera. Sí Dios nos da un sueño, Él nos ayudará a cumplirlo.
Dejemos de vivir la “vida light”, la vida que no tiene contenido energético, la vida pasiva; no podemos permanecer en pausa el resto de la vida. Necesitamos desarrollar la paciencia, como Caleb que esperó cuarenta y cinco años para cumplir su sueño. En cada uno toma un tiempo diferente, pero siempre con paciencia, tenacidad, constancia; no dejándonos vencer por la indiferencia. No seamos como la canción de los Black Eyed Peas “Now generation”, acostumbrados al rápido, ahorita, sin perder ni un segundo. Los planes de Dios son para toda la vida, y a Él no le importa pasar años trabajando con nosotros.
Nunca olvides que Dios tiene planes de bien para ti, no de mal. Para que tengamos una esperanza y nos vaya bien. Si lo prometió es porque lo cumplirá, solo debemos poner en acción lo aprendido y comprometernos con Dios y con nosotros mismos a luchar por lo que Él ya puso en nosotros.
Cambio y fuera.