Hay una
canción del canta-autor Alex Campos llamada “Al taller del maestro”. Sin duda
es una de las canciones más nostálgicas que conozco, pero al analizar su
contenido he aprendido bastante. El coro de la canción dice así:
Al taller del maestro vengo, pues él me curara
Me tomará entre sus brazos y cada herida sanará
Las herramientas del maestro, mi alma remendará
Martillo en mano y mucho fuego, aunque me duela ayudará
Al conocerlo voy a entenderlo, al saber que nada merezco
Amarte es más que un sentimiento, es una entrega es un negar
Es más que un sentimiento, es la decisión de amar.
Pero,
¿quién es el maestro al que el autor se refiere? La respuesta es simple: Dios.
Él es nuestro creador, Él nos hizo, somos su creación, su mejor obra. Como dice
el autor Joel Osteen “Nuestro valor individual es intrínseco; no es algo que
hayamos ganado ni podamos ganarlo. Dios nos puso valor dentro cuando nos creó.
Para Dios, somos su creación suprema.” Por lo tanto Dios es nuestra principal
necesidad. Cuando te sientes solo, sin sentido, perdido, triste o desarreglado;
lo que en realidad necesitas es a DIOS. Si Él nos creó, nadie mejor para
arreglarnos y dejarnos como nuevos, o incluso mejor que nuevos.
Me gusta
la analogía que hace el profeta Jeremías en su libro (Jeremías 18:1-6) respecto
al creador, su taller y sus creaciones. La historia es sencilla, Jeremías va
con un alfarero a observar, y se da cuenta que mientras está trabajando en el torno y modelando su pieza, de repente
decide deshacerla, a Jeremías le parecía que iba bien, pero el alfarero vio que
era necesario modificarla, hasta que quedara perfecta perfecta. Igual somos
nosotros con Dios, Él es el alfarero, y cuando ve que sus creaciones (nosotros)
no vamos tan bien, nos vuelve a moldear. Dios es nuestro taller de reparación,
como dicen hoy en día, de pimpeado.
Recurrimos
al taller de Dios, el maestro, para que nos haga mejores, a que nos agregue o
nos quite. Es ahí donde podemos obtener habilidades, actitudes y capacidades
nuevas. No somos obras perfectas, estamos en proceso de construcción y eso nos
llevará toda la vida. Pero la diferencia entre Dios y los talleres regulares,
es que Dios no sólo nos arregla, sino que nos deja como al principio, es decir,
usa sólo piezas originales, nos mejora al cien por cierto. Con Dios es una
cuestión del alma, el busca dejar nuestro interior mejor que nuevo, no solo la
carrocería.
Vamos al
taller del maestro para curar, sanar, restaurar y para darnos un buen
mantenimiento. Dios nos quita lo que nos estorba, renueva las áreas que debemos
mejorar y nos usa para ayudar a otros. Me
gusta lo que dice al respecto la autora Joyce Meyer: “Cuando David
dice que Dios restaurará nuestras almas, creo que quiere decir que Dios nos
devolverá al estado o condición donde estábamos antes de errar en seguir el
buen plan que Dios había predestinado para nosotros desde nuestro nacimiento.”
Recordemos
lo que dice el coro de la canción, “amar a Dios es más que un sentimiento, es
una entrega”. Amar a Dios es negarnos a nosotros mismos, a nuestras
debilidades, para poder ir a su taller y esperar que Él no deje mejores. Como dice el autor en Filipenses 1:6 “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra
en ustedes la irá *perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.”
Y así
como en los talleres comunes debemos ir al mantenimiento preventivo, y no solo
a emergencias. El mantenimiento preventivo es nuestra relación diaria con Dios.
Es orar, es leer lo que la Biblia dice y buscar tiempo para entenderlo y
aplicarlo a nuestras vidas, buscando evitar emergencias. Dios va a usar muchas
herramientas para arreglarnos, sin olvidar que siempre que las usa es con amor
genuino, el amor del que nos conoce mejor y busca que lleguemos a ser
perfectos. Siempre tendrá cuidado y será detallista, solo recordemos que Él
diseñó el universo mismo, así que el mismo cuidado utilizará con su creación
favorita. Sus herramientas duelen en algunas ocasiones, pero el propósito
siempre será conocerlo y entenderlo.
Es hora
de ir al taller del maestro, ir a recuperarnos de las heridas constantes y
buscar mejorar, para entonces conocer y realmente entender quién es nuestro
maestro, lo mucho que nos ama y los increíbles planes que tiene para la
eternidad. Bienvenido al taller.
¡Cambio y
fuera!