En ningún idioma es tan difícil entenderse como en el propio. (Karl Kraus, escritor austríaco) Entender a otros y entendernos a nosotros mismos resulta el dilema más complicado de la existencia humana. Entendernos es complicado ya que nuestra visión es humana, y somos seres humanos imperfectos, necios, ególatras tratando de entender a otros con las mismas características. Las relaciones humano-humano siempre serán complicadas, conflictivas y difíciles, ni siquiera es necesario detallar ese tipo de relación porque la conocemos muy bien, y como dice Kraus, entender nuestro propio idioma es lo más difícil. Sin embargo si nos relacionamos y decidimos comunicarnos con la persona que creó nuestro idioma y que tuvo la increíble idea de formarnos, entonces sacaremos un mayor provecho a nuestra existencia. Dios nos creó, el conoce perfectamente el instructivo para que tengamos una mejor vida, así la clave de todas las relaciones es relacionarnos con Él.
El salmista dice que Dios acomoda nuestros caminos, porque Él nos conoce. Y el apóstol Pablo les dice a los filipenses en su carta 1:6, que Dios, quien ha empezado una obra buena en nosotros, la perfeccionará; es decir, que SÍ tiene planes para nosotros y los va a cumplir. Así que relacionarnos con Él empieza porque Él quiere relacionarse con nosotros. Somos su máxima creación, lo más importante para Él así que está a la espera de que lo volvamos parte de nuestra vida diaria.
Cuando hablamos de Dios la mayoría pensamos en el “tipo” de religión a la que pertenecemos. Sin embargo la definición de religión se limita a creencias sobre la divinidad. Esto significa que el ser humano define ciertas creencias sobre la divinidad, pero esto no significa que tengo una relación con esa divinidad, solamente creo que es lo correcto. Sin embargo nos conviene tener una relación con Dios y no solo una religión.
Dios nos llama en primer lugar. Sin embargo es una decisión personal responder a la relación que Él abre. El apóstol Pablo le dice a los Romanos 3:22-26 que dado que todos hemos pecado, ninguno por su propia justicia podría acercarse a Dios; pero gracias a que Jesús murió por nosotros, entonces solamente con tener fe nos podemos comenzar a relacionar con Dios.
El ser humano nace con la necesidad de acercarse a Dios, sin embargo durante las circunstancias de nuestra vida nos vamos alejando y hacemos a un lado esa necesidad de convivir y ser parte de un plan divino. Pero Dios al vernos perdernos poco a poco tiene misericordia de nosotros y nos pone en momentos específicos para que lo volteemos a ver otra vez. Dios nos escoge, pero en nosotros recae la decisión final. Pablo les dice a los filipenses 2:13 que Dios pone en nosotros tanto el querer como el hacer para acercarnos a Dios. Pablo también les dice a los corintios en su primera carta, que debemos ser imitadores de él, pero a su vez él, Pablo, es imitador de Cristo. Esta es la base de la relación con Dios, ser imitadores de Jesús. La primera carta de Juan 4:17 dice que Dios es amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios. Recordemos que la definición del amor según Dios, no es la misma que tenemos en la visión humana. Relacionémonos con Dios por medio del amor que Él mismo nos enseña.
Volver a Dios parte de nuestra vida nos convierte en sus discípulos, es decir, aprendemos a adoptar el estilo de vida que Él enseña y sobretodo que vive. El evangelio según San Lucas dice que nadie puede ser superior a su maestro, sin embargo lo podemos involucrar a tal punto que lograremos la perfección en Dios. La primera carta de Juan 3:24 dice que si permanecemos en los mandamientos de Dios, entonces permanecemos en Dios y Él permanece en nosotros. Es lo mismo que se menciona anteriormente, permanecer en amor y en los mandamientos de Dios es aprender a vivir como Dios.
Relacionarnos con Dios es la clave para todas las relaciones en nuestra vida. Jesús mismo dice en el evangelio según San Juan 15:10 que si guardamos los mandamientos de Dios, permaneceremos en el amor de Dios (que es perfecto y no defectuoso como el humano); así como Jesús mismo ha guardado los mandamientos del Padre, y permanece en su amor. Permanecer en el amor de Dios es no decir mentiras, no engañar, no robar, ser éticos, ser puntuales, buscar el bien de los demás y no solo nuestro beneficio, es ser amables, es decidir perdonar… Estas características definen el amor de Dios. Y permanecer en ellas nos ayudará a mejorar nuestras relaciones laterales. Vale la relacionarnos con Dios y asi encontrar el equilibrio con los demás y con nosotros mismos. Es como un triángulo en nuestra vida, cada esquina es una de nuestras relaciones: yo mismo, relaciones con otros y relación con Dios. Busquemos el equilibrio entre los tres, si tenemos la relación con Dios desgastada o rota, entonces batallaremos en las otras dos.
Cambio y fuera!