Como te sentirías frente un hombre que quiere matarte, y mide poco más de 3 metros, Además de su increíble altura, lleva una armadura bastante impresionante. Traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla de 57 kilos encima. Sobre sus piernas traía espinilleras de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de madera, capaz de sostener el techo de una casa, y tenía el hierro de su lanza con un peso de 6.6 kilos aproximadamente. Y además de todo eso, va un escudero delante de este gigantón, cuidándolo con un mega escudo. Así son los gigantes que nos asechan, así son los miedos con los que batallamos todos los días… son grandes, intimidantes e impresionantes. ¿Cómo le hacemos para vencerlos?
El reino de Israel estaba en guerra contra el pueblo filisteo. Cada ejército estaba en un monte, los separaba una llanura muy grande. Un día temprano, del monte de los filisteos baja un gigante (justo como lo describimos). Baja el mejor hombre de todo el pueblo, se llamaba Goliat: (1º Samuel 17:5-7). Así que Goliat baja a la llanura y comienza a gritarle al ejercito de Israel diciendo que busquen a alguien, el mejor de su ejercicito y se jueguen la guerra completa en una batalla uno a uno, el mejor y el mejor de cada uno. Todo el ejercito de Israel no solo temblaba de miedo, si no que se paralizaron completamente. Pasaron 40 días y nadie tomaba el valor para decidir bajar y salir a enfrentar al gigante.
Un día, David, un cuidador de ovejas de Belén, llega a la concentración del ejercito para llevar alimentos a sus hermanos. (Para conocer más sobre David, puedes leer las entradas anteriores). Al llegar David al campamento y escuchar el reto de Goliat, en lugar de amedrentarse, sintió mucho coraje de saber que alguien llegaba a insultar a su pueblo y a su Dios. Así que empieza a preguntar: (1ºSamuel 17:26-27) “¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y le de la victoria a Israel?, Porque ¿quién es este filisteo incircunciso (pecador, indigno), para que provoque al ejercito del pueblo del Dios viviente?. ”
Pero el indicado para pelear era otro, Saúl era el ideal. Se nos había dicho que era el de mayor altura en todo el país, era bien parecido, gran hombre de guerra, y por si fuera poco, era el rey. Sin embargo, Saúl moría de miedo, así que promete una gran recompensa para quien decida tomar el reto.
David insistía en saber qué se ganaría aquel que venciera al gigante. Así que su hermano mayor se fastidia y le dice: (1ºSamuel 17:25) “¿Para qué has venido hasta acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido.” Su hermano está bastante enojado, lo confronta y lo menosprecia. Prácticamente Eliab, su hermano, lo regaña por ir a “metichear”. Recordemos de dónde viene este sentimiento. Cuando el profeta Samuel le dice a David que será el próximo rey de Israel, antes de aprobar a David, descalificó a sus 6 hermanos mayores, entre ellos Eliab; así que los celos ya venían acumulados. ¿Qué harías si tu hermano mayor te trata así? David lo ignoró por completo.
Así que Saúl oye de David y lo que anda diciendo y lo manda llamar. Y toda esta historia no se basa en la utopía o en la supremacía de David, sino que David no ve a Goliat como un gigante, para él solo DIOS es gigante. Esto nos lleva a pensar, cuando tienes un gigante frente a ti, que te amedrenta, te da miedo y te hace sentir bastante pequeño, ¿cómo peleas?, ¿ganas o pierdes?. En este caso, Saúl se preocupa un poco por David, era su músico personal, jamás lo hubiera visto como el guerrero vencedor, así que le pone su armadura real, que era muy semejante a la que te describí de Goliat, pero en escala. Sin embargo, David se la quita, era demsiado pesada para él y no estaba acostumbrado. La verdad es que lo que funciona para unos, no funciona para otros. Dios usa diferentes herramientas para cada uno. Y con David usó solo unas piedritas y una honda, nada más.
Así que el gigante Goliat se acerca a David, junto con su escudero delante de él. Y cuando el gigante ve a David y lo menospreció, porque era un muchacho nada más. Así que Goliat le dijo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses, y continuo diciendo: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Y en plena calma, sin miedo, ni las piernas temblando, David le dije al gigante: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a enfrentarte en nombre de Dios, a quien tú has provocado.
Dios te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. David venció el peor enemigo que tenemos en nuestra vida: EL TEMOR. Y metiendo David su mano en su mochilita, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, y le dio al gigante justo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó en tierra completamente muerto.
Así venció David al gigante, sin ninguna espada, ni armadura pesada o impresionante.
Entonces corrió David y se puso sobre el gigante; y tomó la espada de Goliat y le cortó la cabeza. Obviamente cuando todos los filisteos vieron esto, salieron corriendo de miedo. Nadie podía creer lo ocurrido, pero David literalmente había matado al gigante.
La verdad es que enfrentar gigantes es una tarea amedrentadora. La mayoría de las veces nos toco pelear la batalla solos. Pero a medida que confiamos en Dios, entonces se convierte en una experiencia estabilizadora. Las victorias son memorables, ¡lógralas!.
La verdad es que enfrentar gigantes es una tarea amedrentadora. La mayoría de las veces nos toco pelear la batalla solos. Pero a medida que confiamos en Dios, entonces se convierte en una experiencia estabilizadora. Las victorias son memorables, ¡lógralas!.
Y de pura casualidad, ¿no eres el gigante de alguien más? Acaso le estás fastidiando la vida a alguien, y hay por ahí otros que batallan lidiando contigo. Busquemos ganarle a nuestros gigantes y tampoco ser gigantes. Recordemos siempre lo que Dios le dijo a Samuel cuando estaba buscando al segundo rey de Israel: (1ºSamuel 16:7) No te fijes en la apariencia, ni a lo grande de su estatura, porque yo no me fijo en eso; Dios no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón. No te fijes en las apariencias que cambian constantemente, enfócate en lo que hay en el corazón. Cuando tus gigantes te quieran hacer chiquito y te den miedo, confía en que Dios nos ayuda a vencer sin muchos aspavientos, solo con la confianza en él.
¡Cambio y Fuera!