“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”
(Mateo 5-5)
Jesús, Dios mismo en forma de ser humano, súper poderoso se llama a sí mismo humilde y manso (Mateo 11:29); si Él que lo tiene todo, nosotros no tenemos excusas para convertirnos en mansos. Una de las entradas anteriores de este blog se llama: “Mansos, no mensos”, cien por ciento recomendado para ampliar un poco más esta bienaventuranza. Jesús dice que aquellos que sean mansos, serán bienaventurados y heredarán la tierra. Pero, ¿qué es ser manso?, ser manso significa tener una vida vigorosa, pero humilde; un espíritu fuerte, pero abierto a la enseñanza; no significa debilidad de carácter. Un hombre manso es un hombre fuerte, pero tierno y humilde. Se resume en un hombre controlado por Dios y no por él mismo; reconoce que no tiene toda las respuestas y le urge recurrir a Dios.
Los mansos tienen cuatro características principales. La primera es que son controlados, no indisciplinados. Santiago 3:2 dice: “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” En caso de que te consideres perfecto, entonces, de acuerdo a Santiago, deberías de ser capaz de controlarte a ti mismo; pero la verdad es que somos capaces de dominar al mundo entero, menos a nosotros. Si decimos que somos cristianos, es porque tenemos una relación con Dios y Él vive en nosotros, entonces debemos ser capaces de controlarnos, no hay excusas para malos comportamientos. Pablo, el apóstol, nos reta en 1 Corintios 6:12 “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.” Es típico el que dice: “es que no me dejan”… Ante la pregunta ¿por qué no fumas?, ¿por qué no te pones borracho?, ¿por qué no tienes sexo con tu novia?, y otras preguntas, la respuesta más común es: no me dejan. Esa respuesta revela que no tenemos convicciones y solamente buscamos escudarnos en las decisiones de papás, jefes y otros. Has escuchado el que dice “es que mi religión me lo prohíbe”, ¡es exactamente lo mismo! Sin embargo, lo que menciona Pablo es lo opuesto, el autor nos dice que para Dios no hay prohibiciones, podemos hacer lo que queramos, nada nos es prohibido. Pero recordemos que mucho de lo que hacemos no nos conviene. Y termina la recomendación diciendo que aunque nos es permitido hacer lo que deseemos, no dejemos que nuestros placeres y deseos nos dominen. No dejarnos dominar es la primera característica de la mansedumbre.
La segunda característica es que el manso es humilde y nada orgulloso. Es humilde ante Dios y ante los hombres. Ser humildes ante Dios, se resume en reconocer nuestra necesidad de Dios. Ser humilde ante los demás puede ser complicadísimo, porque debemos renunciar a “saberlo todo”. La carta a los Filipenses 2:3-4 “Nada hagas por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. ” Que complicadísimo es ver a los demás como superiores a nosotros, sin embargo esa va a ser la clave de la humildad y de ser mansos.
La gentileza es la tercera característica. En el gran capítulo acerca del amor en 1 Corintios 13, específicamente en el versículo 5 dice “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”, refiriéndose al amor. Dios nos reta a ser gentiles no buscando solo lo que nos interesa, si no buscando el bien de los demás; no se irrita, si no que es amable y sobretodo no es rencoroso. Deberíamos crucificar al mal genio todos los días, y tal vez varias veces al día. Santiago 3:13 dice: “Quién es sabio y entendido entre ustedes? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” Demostremos nuestra calidad como personas siendo mansos.
Y la última característica es: olvidémonos de la venganza. La mejor descripción está en Romanos 12:19-21, bastante clara, por cierto: “No se venguen entre ustedes, sino dejen que sea Dios quien se vengue; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. ” Solo en Dios encontramos que nos conviene y seremos felices si no nos vengamos y si buscamos hacer el bien a nuestros enemigos, porque cualquier ser humano buscar vengarse cada dos segundos… Pero bien dice el dicho que “la venganza es mala, mata el alma y la envenena”. Jesús nos está diciendo que si no nos vengamos, entonces seremos felices y además heredaremos la tierra. ¿Por qué? La venganza siempre buscará lastimar y hacer menos a otros, y entonces vamos en contra del estilo de vida de Dios. El manso está dispuesto a exponerse ante Dios.
La segunda parte de esta Bienaventuranza habla acerca de heredar la tierra, lo cual, no significa que nos volveremos gobernantes del mundo entero. Jesús hablaba de heredar otro tipo de cosas hoy y en la eternidad. Heredar la tierra aquí y ahora es estar en paz con nosotros mismos; es saber a dónde vamos y estar abiertos a la enseñanza; es ser controlados y por lo tanto vivir equilibradamente; es tener paz con nosotros y con los demás. Y en el futuro es saber que pasaremos la eternidad con Dios.
Jesús al hablar de las bienaventuranzas da un orden específico. Primero nos pide pobreza de espíritu, dándonos cuenta del pecado; luego nos pide llorar, debido a la culpa que sentimos de ofender a Dios, para entonces ser mansos y cambiar nuestra actitud, es decir ponerle acción a la culpabilidad y preocuparnos por otros. Ser mansos es reconocer que no somos lo más importante en nuestra propia vida, por lo tanto podemos hacer lo que queramos, pero no nos conviene. Dios es el primero en nuestra vida, y nosotros segundos. Aprendamos a vivir así.