jueves, 15 de marzo de 2012

Somos Segundos


“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”
(Mateo 5-5)

Jesús, Dios mismo en forma de ser humano, súper poderoso se llama a sí mismo humilde y manso (Mateo 11:29); si Él que lo tiene todo, nosotros no tenemos excusas para convertirnos en mansos. Una de las entradas anteriores de este blog se llama: “Mansos, no mensos”,  cien por ciento recomendado para ampliar un poco más esta bienaventuranza. Jesús dice que aquellos que sean mansos, serán bienaventurados y heredarán la tierra. Pero, ¿qué es ser manso?, ser manso significa tener una vida vigorosa, pero humilde; un espíritu fuerte, pero abierto a la enseñanza; no significa debilidad de carácter. Un hombre manso es un hombre fuerte, pero tierno  y humilde. Se resume en un hombre controlado por Dios y no por él mismo; reconoce que no tiene toda las respuestas y le  urge recurrir a Dios.

Los mansos tienen cuatro características principales. La primera es que son controlados, no indisciplinados.  Santiago 3:2 dice: “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” En caso de que te consideres perfecto, entonces, de acuerdo a Santiago, deberías de ser capaz de controlarte a ti mismo; pero la verdad es que somos capaces de dominar al mundo entero, menos a nosotros.  Si decimos que somos cristianos, es porque tenemos una relación con Dios y Él vive en nosotros, entonces debemos ser capaces de controlarnos, no hay excusas para malos comportamientos. Pablo, el apóstol, nos reta en 1 Corintios 6:12 “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.” Es típico el que dice: “es que no me dejan”… Ante la pregunta ¿por qué no fumas?, ¿por qué no te pones borracho?, ¿por qué no tienes sexo con tu novia?, y otras preguntas, la respuesta más común es: no me dejan. Esa respuesta revela que no tenemos convicciones y solamente buscamos escudarnos en las decisiones de papás, jefes y otros. Has escuchado el que dice “es que mi religión me lo prohíbe”, ¡es exactamente lo mismo! Sin embargo, lo que menciona Pablo es lo opuesto, el autor nos dice que para Dios no hay prohibiciones, podemos hacer lo que queramos, nada nos es prohibido. Pero recordemos que mucho de lo que hacemos no nos conviene. Y termina la recomendación diciendo  que aunque nos es permitido hacer lo que deseemos, no dejemos que nuestros placeres y deseos nos dominen.  No dejarnos dominar es la primera característica de la mansedumbre.

La segunda característica es que el manso es humilde y nada orgulloso. Es humilde ante Dios y ante los hombres.  Ser humildes ante Dios, se resume en reconocer nuestra necesidad de Dios. Ser humilde ante los demás puede ser complicadísimo, porque debemos renunciar a “saberlo todo”. La carta a los Filipenses 2:3-4 “Nada hagas por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. ” Que complicadísimo es ver a los demás como superiores a nosotros, sin embargo esa va a ser la clave de la humildad y de ser mansos.

La gentileza es la tercera característica. En el gran capítulo acerca del amor en 1 Corintios 13, específicamente en el versículo 5 dice no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, refiriéndose al amor. Dios nos reta a ser gentiles no buscando solo lo que nos interesa, si no buscando el bien de los demás; no se irrita, si no que es amable y sobretodo no es rencoroso. Deberíamos crucificar al mal genio todos los días, y tal vez varias veces al día. Santiago 3:13 dice: Quién es sabio y entendido entre ustedes? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Demostremos nuestra calidad como personas siendo mansos.

Y la última característica es: olvidémonos de la venganza. La mejor descripción está en Romanos 12:19-21, bastante clara, por cierto: No se venguen entre ustedes, sino dejen que sea Dios quien se vengue; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.  Solo en Dios encontramos que nos conviene y seremos felices si no nos vengamos y si buscamos hacer el bien a nuestros enemigos, porque cualquier ser humano buscar vengarse cada dos segundos… Pero bien dice el dicho que “la venganza es mala, mata el alma y la envenena”. Jesús nos está diciendo que si no nos vengamos, entonces seremos felices y además heredaremos la tierra. ¿Por qué? La venganza siempre buscará lastimar y hacer menos a otros, y entonces vamos en contra del estilo de vida de Dios.  El manso está dispuesto a exponerse ante Dios.

La segunda parte de esta Bienaventuranza habla acerca de heredar la tierra, lo cual, no significa que nos volveremos gobernantes del mundo entero.  Jesús hablaba de heredar otro tipo de cosas hoy y en la eternidad. Heredar la tierra aquí y ahora es estar en paz con nosotros mismos; es saber a dónde vamos y estar abiertos a la enseñanza; es ser controlados y por lo tanto vivir equilibradamente; es tener paz con nosotros y con los demás. Y en el futuro es saber que pasaremos la eternidad con Dios.

Jesús al hablar de las bienaventuranzas da un orden específico. Primero nos pide pobreza de espíritu, dándonos cuenta del pecado; luego nos pide llorar, debido a la culpa que sentimos de ofender a Dios, para entonces ser mansos y cambiar nuestra actitud, es decir ponerle acción a la culpabilidad y preocuparnos por otros.  Ser mansos es reconocer que no somos lo más importante en nuestra propia vida, por lo tanto podemos hacer lo que queramos, pero no nos conviene. Dios es el primero en nuestra vida, y nosotros segundos. Aprendamos a vivir así.

Cambio y Fuera!

lunes, 12 de marzo de 2012

Chillones Felices

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."
(Mateo 5:4)

Felices los que lloran, porque serán consolados.  Hay dos formas de ser bienaventurados si lloramos, en primer lugar, cuando mostramos dolor por otros, es decir, buscamos ayudar a otros y ser compasivos. Y en segundo lugar, ser chillón y ser consolado tiene que ver con nuestra vida privada.

El estilo de vida actual se basa en buscar la alegría rápida y evitar la tristeza a toda costa. No importan las formas, medios o estilos, todos buscamos ser felices, evitar los sentimientos negativos y satisfacer nuestros deseos al momento. Sin embargo Jesús habla de lo opuesto, es decir, se feliz a través del llanto. ¿Suena lógico?

En el evangelio según San Lucas, Jesús cuenta la historia de un hombre que se dedicaba a la política y cuestiones gubernamentales, y dice en Lucas 18:13 que “mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.” El hombre de la historia reconoce que ha pecado y le da pena volver a ver a Dios. Cuando Jesús está hablando de esta bienaventuranza y dice: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados, no se refiere a ser chillones y obtener recompensas por ellos. En primer lugar, Jesús está diciendo que “llorar” significa reconocer que hemos pecado y solo por lo hacemos no somos dignos de estar con Dios. Pero tampoco significa vivir con el sentimiento de culpabilidad y escudarnos en eso, Jesús quiere que nos arrepintamos. Es decir, entristecernos por fallarle a Dios, entender las consecuencias y decidir cambiar.

Pablo, el famoso apóstol, lo dice mucho más claro en Romanos 7:17-24: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Porque no hago el bien que quiero, si no el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.  Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.  Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? .“ Esa es la realidad a la que nos enfrentamos todos los seres humanos, hacemos lo contrario a lo que en verdad queremos. Es por eso que comúnmente decimos que no tenemos “fuerza de voluntad”, tan fácil como estar a dieta, empezamos con un plan mental de frutas y verduras y terminamos comiendo fritangas, dulces, tacos, etc. Eso es lo que está diciendo Pablo, somos miserables porque nuestro cuerpo no busca hacer las cosas buenas, contrariamente prefiere todo aquello que nos hace mal. Ser bienaventurados por llorar, es reconocer nuestra miserable y débil humanidad, arrepentirnos, aceptar que sea Dios quien nos ayude y buscar mejorar.

Llorar espiritualmente es descargarnos o desahogarnos, bajar nuestro ego y reconocer que no podemos mejorar nuestro estilo de vida por nosotros mismos. Solo en Dios encontramos alivio y esperanza. Al arrepentirnos tendremos la felicidad de saber que somos perdonados y tenemos paz. 2 Corintios 7:10 nos da esperanza: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. ” Cuando te entristeces sin tener esperanza no habrá buenos resultados, al contrario tendremos depresión y culpabilidad eterna; pero cuando nos entristecemos correctamente y nos arrepentimos, entonces es solo por un momento, después viene la esperanza.

El consuelo del que habla esta bienaventuranza se presenta hoy y a futuro. El consuelo momentáneo es saber que Dios está con nosotros, nos perdona y nos da paz; saber que siempre tendremos respuesta de Dios es increíble. El consuelo a futuro es en la eternidad, es la esperanza que tenemos de que la paz de Dios se extenderá para siempre. El apóstol Pablo lo menciona en Romanos 8:18-25: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.  (…) Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” El escritor reconoce que todos tenemos aflicciones, y la esperanza está en la eternidad con Dios.
               
¿Quién es un llorón consolado? Son aquellos que son pobres de espíritu, que reconocen su condición de pecado y “lloran” o se lamentan al ofender a Dios. No tiene nada que ver con ser miserable, es entristecerse de aquello por lo que Dios se entristece, es decir, cada vez que la regamos. El llanto del que estamos hablando no significa desesperanza, es descansar. No quedarnos paralizados y actuar ante el pecado. Cuando lloramos por las razones correctas, significa que el dolor ajeno nos motiva a ser más humanos y comprensivos con otros. Y al mismo tiempo el dolor propio nos recuerda nuestra necesidad de Dios.  Para ser consolados en la vida diaria es necesario que nos humillemos primero, y no hay nada malo con esto, sin embargo mostrará nuestro corazón sencillo y que reconoce la necesidad de Dios.  Según lo que Jesús nos dice en el sermón en la montaña, ser chillones es muy válido, y bastante bueno, sin embargo, ser miserable no es ni siquiera una opción. Busquemos ser compasivos con otros, pero sobretodo con nosotros mismos, al reconocer nuestra debilidad y necesidad de Dios, porque como dijo Pablo “no hago lo que quiero, si no lo que no quiero.” Nos urge tener a Dios en nuestra vida, para entonces ser consolados a su manera y no a la nuestra.

Cambio y Fuera