viernes, 7 de febrero de 2014

Padre Nuestro

Prácticamente todo el que diga creer en Dios se sabe el Padre Nuestro de memoria. Pero, ¿sabes qué estas diciendo entre líneas al repetirlo?. Cuando hacemos una oración a Dios, la que sea, es una forma de reconocer que no somos suficientes y necesitamos de Él. Sin embargo, a veces pensamos que Dios es como el genio de la lámpara, y el objetivo de la oración dista mucho de pedir tres deseos, portarse bien y esperar a que se cumplan. La oración busca glorificar a Dios, reconocer que sólo Él es Dios, buscar orientación y hacer su voluntad. Jesús dejó el Padre Nuestro como un ejemplo de qué características que debe tener la oración. Pero a Dios le interesa mucho más que la personalices y no sólo que la repitas.

Dios es nuestro creador. La Biblia dice que Él nos eligió para darnos cosas maravillosas y para que viviéramos en la tierra. Cada vez que empezamos una oración diciendo “Padre Nuestro”, reconocemos que Él es el creador y de Él vienen y parten todas las cosas.  Me gusta que Jesús usa la analogía de la relación padre e hijo, porque es una que conocemos muy bien. Todos hemos tenido un papá, bueno o malo, conocemos el tipo de relación. Pero cuando nos referimos a Dios como nuestro papá, reconocemos que Él es el padre de la creación, eterno, cercano, compasivo, guiador, que infunde esperanza, elimina la soledad, provee recursos, y a la vez requiere nuestra obediencia. Dios es el modelo del padre perfecto. Es un padre amoroso, que nos perdona todo, literalmente, pero a la vez nos corrige para ir en el camino al éxito.

¿Has pensado qué significa “santificado sea tu nombre”? Dios es un tema serio, lamentablemente hay muchos que lo han tomado a la ligera. El nombre de Dios es el más usado y a la vez menos respetado en el mundo. Y si la oración tiene como objetivo glorificarlo y reconocer todo lo que significa, entonces es un buen inicio al rezar, reconocer que es santo. Cada vez que hablamos sobre la santidad de su nombre, estamos reconociendo que Él es lo más importante, por lo que nuestro ego y necesidades pasan a segundo término. Amamos a Dios por sus características, no sólo por su nombre. Cuando hablamos del “nombre de Dios” hablamos de quién es Él y lo que representa. ¿Qué representa Dios para ti? Santificar el nombre de Dios al inicio de la oración es una oportunidad de reconocerlo. Como seguidores de Jesús e hijos de Dios, nuestra labor es buscar parecernos a Él. Deshonramos a Dios o dejamos de santificar su nombre cuando lo desobedecemos. Ya que se trata de vivir con congruencia entre nuestras palabras y acciones. Santificamos el nombre de Dios cuando empezamos por creer que Él existe y lo que significa. Al conocer la verdad de Dios. Al volvernos conscientes de su presencia y al vivir en obediencia constante a lo que Él dice en la Biblia sobre nuestro estilo de vida.

A continuación el Padre nuestro dice “venga a nosotros tu reino”. ¿Has oído sobre el reino de Dios? Al creer en Dios nos convertimos en sus hijos y parte del reino de Dios. Y nuestro destino es pasar el eternidad en el cielo con Él. Como en todo reino, el rey es el que pone las reglas, no los ciudadanos; sin embargo, a diferencia de los reinos comunes, Dios no es un rey egoísta que busca enriquecerse a costa del pueblo, al contrario quiere compartir sus bendiciones con nosotros. Al decir que venga el reino de Dios a nuestra vida, estamos pidiendo que se haga la voluntad del rey en nosotros. Como verdaderos hijos de Dios nos debemos de preocupar de cómo cumplir los propósitos de Dios en nuestra vida. Buscando que siempre se haga su voluntad aquí. Buscar que el reino de Dios sea una realidad en nuestra vida debería de ser una prioridad. Si nosotros permitimos que Dios reine y gobierne nuestras vidas vamos a estar haciendo lo que nos corresponde para que el reino de Dios se establezca en el mundo.

Pedimos que venga el reino de Dios para que se haga su voluntad, como en el cielo así también en la tierra. Al orar, Jesús nos enseño a pedir que la voluntad de Dios se haga en la tierra, porque por el momento no siempre sucede. Es necesario pedir que Dios haga su voluntad, porque es lo que más nos conviene. Él tiene la visión completa de nuestra vida, y sabe lo que es mejor. Debemos orar para que su voluntad se convierta en la nuestra, ya que no es fácil entenderlo y mucho menos reconocerlo. Oremos creyendo que nuestras oraciones sí marcan una diferencia. La voluntad perfecta de Dios es que todos nos salvemos y nos vayamos al cielo con Él; todo lo demás que sucede en la tierra va cambiando. Dios no es un Dios determinista, nos da libertad de elección; y en cierta forma esta parte del “Padre Nuestro” pide sabiduría para tomar las mejores decisiones. Al mismo tiempo al decir ésta frase reconocemos que lo contrario a la voluntad de Dios es el pecado, y aunque nos es difícil evitarlo, la oración constante nos ayudará.

Y hasta este punto de la oración pedimos por nuestras necesidades. Reconocemos quién es Dios  y qué significa para nosotros, pedimos ser parte de su reino y que sea su voluntad no la nuestra. Para entonces pedirle algo. Pedir el pan de cada día significa pedir por nuestras necesidades básicas: alimento, cuerpo, sano, casa, medio de transporte, trabajo, espos@, hij@s, amig@s, inteligencia, paz… pero no significa lujos. No porque Dios esté en contra de los lujos, le encanta  darnos regalos especiales, pero estos son un extra. Ésta es una excelente forma de reconocer  que todo lo bueno viene de Dios. Cuando ores hazlo como dice la Biblia, sin dudar, con fe y Dios te  lo dará, mientras que te ayude a que se haga su voluntad (recuerdas que eso iba primero). Acepta con mucha gratitud todo lo que Dios te da, vuélvete más consciente de lo mucho que tienes y administra con sabiduría, para que recibas más.

Ahora sí, a pedir perdón. “Perdónanos nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” Sin duda uno las frases más comprometedoras de toda la Biblia. Estar libre de pecado es la necesidad espiritual más profunda, el hombre hace de todo con tal de sentirse perdonado. Nuestros pecados son como una deuda con Dios, impagable. Pero Jesús murió en la cruz por perdonarnos y poder levantar la cara de nuevo y empezar en cero. La clave para obtener ese perdón está en reconocer que hemos hecho mal, arrepentirnos y vivir diferente. Si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdona. Pero Jesús le da un requisito muy interesante a ese perdón, y dice: Si perdonas las ofensas de los demás, te perdono; si no eres capaz de perdonar a otros, entonces no te perdono. Para mí, si Dios que es el rey del universo, todo poderoso, decide perdonarnos a cada rato por bastantes tonterías; quiénes somos nosotros para no perdonar a los demás. La falta de perdón a otros habla de tus niveles de egolatría. ¡Cuidado!

Y cerramos esta increíble oración con una petición: “No nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.” Para mi, es muy inteligente pedir a Dios esto. La verdad es que somos incapaces de controlar nuestras actitudes destructivas. Dios prueba nuestro corazón y actitudes, y nos permite pasar por situaciones complicadas para saber cómo andamos. Pero el diablo te tienta, con la intención de que te equivoques, peques y te sientas miserable. Las pruebas que no entregamos y pedimos ayuda de Dios, el diablo las convierte en tentaciones. La oración debería de ser: “Dios no me lleves a una prueba que presente una tentación que no pueda resistir”; es decir, no nos pongas en situaciones que no podamos manejar.  Para que Dios nos libre del mal debemos vivir cerca de Él, conociendo su voluntad y buscando mejorar la relación con nuestro papá.


¡Cambio y Fuera!