"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mateo 5:7)
¿Conoces la historia de Esteban? Fue un profeta de Dios en el pueblo de Israel, un día confrontó al pueblo de Dios con su pecado (porque ya era demasiado), y estos muy enojados y a disgusto con lo que él les decía, deciden matarlo… En medio de la tortura Esteban clamó con gran voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, se murió.” (Hechos 7:60) ¿Cómo reaccionaríamos ante una situación así? Esto es ser misericordioso. Jesús en sus bienaventuranzas relatadas en Mateo 5, dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.”
Jesús se refiere a dos estilos de misericordia. El primero, la misericordia del corazón, es decir, poseer un espíritu de perdón hacia los que nos lastiman. El mejor ejemplo es Jesús al ser entregado y traicionado, está colgado en la cruz muriendo y su oración fue: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a perdonar a quien nos este torturando, o lastimando a un ser querido… Sin embargo Jesús nos motiva a hacerlo.
El segundo estilo al que Jesús se refiere, es a la misericordia de las manos, es decir, las obras de amor por los necesitados. El mejor ejemplo es la, ya conocida, historia del buen samaritano, relatada en Lucas 10:30-35 “Un hombre judío iba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Entonces pasó por ahí un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un músico de la iglesia, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano (archi requete enemigo de los judíos), que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, curó sus heridas; y pagó porque lo cuidaran.” Los samaritanos eran considerados “casi” una raza inferior para los judíos, así que Jesús, al relatar esta historia, estaba hablando de un tabú para aquel tiempo. Este es el nivel de compasión y misericordia que debemos tener por otros. El apóstol Juan nos hace una pregunta interesante en 1 Juan 3:17 “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” Si decimos que Dios vive en nosotros, entonces dejemos la envidia, rencor, y busquemos ayudar a quienes tienen necesidad. Recuerda que donde Dios no está, está el diablo, ¿quién vive en ti?.
La misericordia no nace del corazón, se desarrolla con la práctica. Dar dinero o comida a los necesitados es bueno, pero siendo pacientes y tolerantes, también mostramos misericordia. Solo recibiremos misericordia si somos misericordiosos. La mayoría de nosotros hemos orado el padre nuestro, y tal vez sin poner atención, ya que éste declara que estamos dispuestos a perdonar, para que entonces Dios nos perdone. ¿Estabas consciente de esto?, el famoso padre nuestro dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (Mateo 6:12) Todos queremos recibir misericordia y perdón, sin embargo a menos que estemos dispuestos a ofrecer lo mismo, podremos recibirlo. El apóstol Santiago en su carta lo refiere con mayor firmeza, (Santiago 2:13) “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”
Tener la misericordia de Dios significa disfrutar, en primer lugar, del perdón de nuestros pecados. Además, nos hacemos un bien a nosotros mismos. Somos tan insignificantes, y la verdad es que pocas veces somos realmente misericordiosos con otros; pero Dios es grande en misericordia, como dice el Salmo 103:8 “Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.”. Lucas lo dice en su evangelio, “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” (Lucas 6:36). Es la única manera en podremos parecernos más a Dios.
Sin embargo el no ser misericordioso también tiene una recompensa. La carta de Santiago 2:13 nos lo recuerda, “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” De hecho, como mencionábamos respecto a lo que dice el padre nuestro, si no perdonamos, no somos digno de perdón. Así que tengamos cuidado de nuestras actitudes. El apóstol Juan dice: “Hijitos, que nadie los engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.” (1 Juan 3:17) ¿Quieres ser bueno? Se bueno, así de sencillo.
Pablo concluye en su carta a los Coloscenses 3:12 con la mejor recomendación para el éxito “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. ” Que nuestra vestimenta diaria sea la misericordia, desecha la impaciencia, la poco tolerancia, el egoísmo y que sea Dios quien se note en tu vida.
¡Cambio y Fuera!