viernes, 10 de febrero de 2012

Ponte el Nuevo Perfume

Jesús estaba a punto de empezar una de las exposiciones más famosas que tuvo mientras estuvo sobre la tierra, el sermón del monte. Jesús decidió que 12 hombres “cualquiera” se convertirían en sus discípulos, les iba a enseñar sobre las verdades de Dios, para que a su vez ellos las compartieran a todo el mundo. No había alguna característica especial en ellos, eran comunes y corrientes (recuerden que Dios usa gente ordinaria para hacer cosas extraordinarias), sin embargo al convivir con Jesús, su estilo de pensar y de vivir cambiaría para siempre. Así que justo cuando estaba a punto de empezar a enseñarles solamente a estos 12 sobre las bienaventuranzas, se da cuenta que hay cientos de personas queriéndolo escucharlo. Al verlos, sintió compasión por ellos y decide dirigir su sermón a toda la multitud.

Las bienaventuranzas que Jesús estaba a punto de enseñar, en primer lugar son las claves para convertirnos en verdaderos discípulos de Él. Un discípulo es aquel que imita una conducta y la adopta como propia. Jesús demostró que la primera característica del discípulo es la compasión. En el evangelio según San Mateo 8:36 reconoce que al ver a las multitudes Jesús tenía mucha compasión porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. No significa que les tenía lástima o le daba “cosita” verlos tan perdidos. Reconocía que tenían una necesidad enorme de cambiar su vida y buscó ayudarlos. Jesús se percató de lo que la gente ocultaba, estaba alerta a las necesidades y buscó satisfacerlas, aun cuando la multitud no le gritó “oye Jesús, estamos desesperados”, solo con verlos lo supo. Sin Dios todos estamos desamparados, no tenemos esperanza y somos como los borreguitos, perdidos en nuestro propio mundo sin saber a dónde ir. Como discípulos de Jesús debemos buscar ayudar a los demás, estar alertas de sus necesidades y apoyarlos. Compartir la compasión que Dios ha tenido con nosotros mismos es la respuesta a la falta de esperanza que tiene el ser humano. El apóstol Pablo lo dice en Timoteo 2:2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” Debemos hablar a otros y ellos a otros a su vez.

Las bienaventuranzas, en segundo lugar, son aplicables en todo lugar. De hecho Dios espera que formen parte de nuestro estilo de vida y no importa dónde nos encontremos, siempre busquemos oportunidades para ponerlas en práctica y decirle a otros sobre ellas. Desarrollemos la compasión como parte de nuestra vida.

Y en tercer lugar debemos aprender a enseñarlas a otros. Que injusto es saber la solución a la vida y no compartirla. Por eso es tan importante buscar convivir con un grupo pequeño de personas que busquen a Dios y que quieran cambiar su estilo de vida. Ir los domingos a la iglesia es excelente, aprendes del sermón y puedes aplicarlo a tu vida. Pero vemos que Jesús daba más que sermones semanales, el vivía con sus discípulos. Estaba con ellos en todo tipo de circunstancia, comían, trabajaban,  se relajaban juntos... convivía con su grupo pequeño. Era ahí donde conocía lo que en verdad pasaban entre ellos y podía enseñarlos poco a poco. Lo mismo espera Dios de nosotros. Busca un grupo pequeño de personas que quieran aprender y vivir con Dios. Esto fortalecerá tu fe, podrás tener un entrenamiento intensivo de cómo mejorar tu estilo de vida. Dios nos da la oportunidad de conocerlo porque quiere que seamos sus discípulos. Resumamos esto de manera sencilla:

¿Qué es un discípulo? Es un seguidor de Jesús.
¿Quiénes son? Todos los que decidan creer en Él.
¿Por qué somos discípulos? Para parecernos más a Él y extender su amor a otros.
¿Para qué somos discípulos? Para que otros conozcan.
¿Cómo somos discípulos? Siguiendo su estilo de vida.



Jesús lo expresa con claridad en el evangelio según San Mateo16:24-27Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Negarnos a nosotros mismos es simple, dejemos de creer que somos el centro del universo, porque no es así. Somos de Dios, no somos de nosotros mismos; somos de Dios y para Dios. Negarnos a nosotros mismos es dejar a un lado lo que queremos para entonces buscar qué quiere Él. Te garantizo que Él es mucho más inteligente y escoge mejores cosas de las que nosotros pudiésemos escoger por nosotros mismos. Estar con Dios, significa como dice 1Juan 2:6, andar como Él anduvo. Busquemos tener congruencia en nuestro pensamiento y nuestros actos, pensemos y vivamos con Dios, nos conviene. Es como si todas las mañanas decidieras ponerte un perfume que diga “Estilo de vida de Jesús”, y a donde quiera que vayas huelas a Él, que sea notorio para los demás que eres un discípulo de Jesús y entonces impregnes a otros con ese aroma.
Rico es oler a Dios.  

¡Cambio y fuera!

martes, 7 de febrero de 2012

Vanidad de vanidades, todo es vanidad.

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8)


Sabías que la vanidad no es considerado uno de los pecados capitales, por la Iglesia Católica, pero se dice que deriva del orgullo. Sin embargo hoy en día la maldad del ser humano recae en la vanidad. La vanidad va más allá del número de camisas que tengas o la cantidad de veces que te ves en el espejo. La vanidad está arraigada al corazón del ser humano hoy en día, es decidir ser lo más importante y hacer girar la vida entera en torno a ello. Bien dijo el poeta, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

El poeta dice en Eclesiastés 11:8-11:Pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad. Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

La vanidad significa que como seres humanos que declaramos no necesitar a Dios, ya sea con nuestros actos o nuestras palabras. No importa cuántos años vivamos y todo lo que logremos, si no buscamos a Dios como lo más importante en nuestra vida, entonces TODO cuanto hayamos hecho o logrado, se convierte en vanidad. Es considerado muy a menudo como el «vicio maestro». Todo aquello que solo muestra poder, riqueza, soberbia y que carece de auténtico valor humano. El papa Gregorio dijo que es el principio de todos los pecados.

El poeta hace un recomendación muy interesante en el párrafo anterior de Eclesiastés, nos recuerda que TODO es vanidad, es decir, no vale la pena pues solo alimenta el ego. Nos recomienda vivir alegres y tomar placer de nuestra juventud, pero a la par nos reta a quitar nuestros ojos de la vanidad. Acaso es incongruente su comentario. Se vuelve confuso cuando no entendemos que podemos ser alegres y felices dejando a un lado todo aquello que es vano e inútil.


Leí algo interesante, muchos jóvenes prefieren darle su juventud al diablo y su vejez a Dios. Sin embargo esa decisión solo nos provoca placer por un periodo muy corto. No le des la juventud al diablo y la vejez a Dios. Dale a Dios tu juventud y también la vejez. Si le damos a Dios nuestra vejez solo esperamos consuelo por nuestros errores, si le damos nuestra juventud Él nos da visión para vivir bien.

¿Vale la pena decidir darle nuestra juventud a Dios? Parece anticuado, sin embargo Dios ha hecho todo por nosotros. Nos amo a pesar de nuestros errores, a pesar de todo lo que constantemente hacemos traicionando su confianza. Nos ha dado a su Hijo que significa una nueva oportunidad de vivir en armonía con Dios, significa perdón, no más culpa, esperanza. Nos ha dado su Palabra, vigente desde el principio de los tiempos hasta el final, nos recuerda sus promesas, aumenta nuestra fe y podemos leer acerca de su amor. Y nos ha dado la oportunidad de pertenecer a una iglesia, donde podemos convivir con otros que comparten la fe en Cristo; nos motivamos unos a otros a creer en Él aun más, a recordar que tiene un plan eterno para todos los que hemos creído.  Dios ya hizo lo suyo, sacrificó a Su Hijo nos dio perdón y tenemos una nueva vida, ahora nos toca a nosotros obedecer. No veremos un cambio real si no DECIDIMOS obedecer, oír el evangelio, creer en Cristo, arrepentirse, y confesar a Cristo y hacerlo parte de nuestra vida.

El apóstol Juan escribe en su primera carta capítulo 2 versículo 14, “les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al maligno” Dios está muy interesado en nosotros, ¡somos lo más preciado que tiene! Ni siquiera los ángeles, el cielo, el universo, la naturaleza, son más importantes que nosotros. Somos lo más importante para Él, y por eso quiere y busca que nos relacionemos con Él. La única manera de vencer aquello que nos genera culpa y vanidad, es permanecer en Dios.

El diccionario se refiere a la vanidad como algo inútil o una ilusión. Que triste es la vida sin sentido, inútil y que es solo una ilusión de algo que pudo ser bueno. Sin Dios así es la vida, como un sueño guajiro, como nubes en el cielo que en cualquier momento vuelan y se termina.  Este nuevo año decide tener una vida que valga la pena, no inútil. Dios espera que te relaciones con Él y busques darle significado a tu existencia. Ya basta de desperdicios, millones han echado su vida a la basura y se han dejado llevar por la amargura, tristeza y desesperanza, pero tú tienes la oportunidad de vivir diferente.

Relaciónate con Dios y ten un año nada vanidoso.

¡Cambio y fuera!