martes, 6 de diciembre de 2011

¿Que tan bueno eres?

¿Cuánta gente buena conoces? Todos nos hemos referido alguna vez a cierta persona que consideramos “buena” y solemos decir que “a la gente buena, cosas buenas le pasan” y otros dichos. Sin embargo Dios redefine la bondad. En el evangelio según San Lucas 18:19 Jesús nos dice que ni siquiera a él le llamemos bueno, ninguno hay bueno, sino sólo Dios.

Para la mayoría, bueno significa tener una inclinación natural a hacer el bien, hacer alguna acción buena, tener blandura y apacibilidad de genio. Pero la Biblia convierte esta palabra en un llamado mucho más exigente. Para Dios la bondad tiene que ver con ser útil, con la excelencia, se refiere a la rectitud de corazón, es una actitud de ayuda hacia los demás.

En la entrada anterior del blog, hablábamos sobre benignidad que tiene que ver con ese sentir interior de hacer el bien, producido por el Espíritu Santo. En cambio, la bondad es la manifestación exterior de la benignidad que ya ha sido producida en nuestro corazón por el Espíritu Santo. Benignidad es una disposición hacia otros que se traduce en acciones suaves y la bondad es una actividad “bondadosa” a favor de ellos, que de acuerdo al caso, pueden ser acciones drásticas. Se dice que en un mundo tan corrupto y destruido como en el que vivimos hoy en día, se necesita con urgencia gente “buena”. Sin embargo la bondad nace de un corazón generoso que está dispuesto a dar sin recibir. Es alguien que se ha olvidado de sí mismo para servir a los demás. Piensa en las necesidades de los demás, todo lo contrario al egocentrismo que reina la mente y el cuerpo del ser humano actual. Bondad viene de un corazón que se caracteriza por ser dadivoso, bueno, puro, recto, correcto y honorable.

Ayudar a los demás, de acuerdo a lo que describe la Biblia, se refiere a la ayuda que carece de hipocresía, vanagloria, no hay intereses de por medio. Tiene que ver con apoyarnos los unos a los otros en oración. Amonestar a los demás cuando vemos que el pecado es evidente en su vida, es una cualidad firme, no necesariamente medios suaves. El apóstol Pablo le dice a los Romanos en su carta, en el capítulo 15 versículo 14, que “nosotros mismos estemos llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podamos amonestaros los unos a los otros.”

Un ejemplo interesante en la Biblia lo encontramos con Pablo y la iglesia en Corinto, relatado en la primera carta a los Corintios en el capítulo 5. Donde Pablo los amonestó muy fuerte por un caso de inmoralidad sexual. Pero en la segunda carta a los Corintios en el capítulo dos, les hace saber que lo hizo con tristeza y dolor esperando recibir de ellos una respuesta favorable. Esta actitud se caracteriza como bondad. Otro ejemplo del mismo Pablo, pero ahora con Pedro, otro de los apóstoles. En la carta a los Gálatas capítulo 2 versículo 11. En la iglesia de Antioquia, Pedro se apartó de los gentiles (se refiere a gente que no fuera judía, en aquel tiempo eran muy discriminados, pues solo los judíos “pertenecían al pueblo de Dios”) para no comer con ellos, porque le tenía temor a las críticas de los judíos y con esa actitud arrastró a Bernabé, por lo cual Pablo, haciendo uso de la bondad, reprendió a Pedro, sabiendo que judíos y gentiles fueron justificados por Dios y entre ambos ya no había diferencia. Estos ejemplos seguramente son muy diferentes de las definiciones que el común denominador tiene de ser bueno.

Una persona bondadosa es aquella que tiene una conciencia limpia, tiene una felicidad interior de poder ayudar a otros, es confiable no tiene dobles intenciones, su bondad se refleja en su rostro, y tiene una personalidad diferente.

La carta de Tito en el capítulo 3 da la definición perfecta de la bondad, a continuación se parafrasea. “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, y por la renovación en el Espíritu Santo. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las cuestiones necias, porque son vanas y sin provecho.  Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.”

Como se mencionó al principio, no hay nadie bueno, solo Dios es bueno. Pero todos debemos aprender la bondad de Dios e imitarla, esforzarnos en imitarla. Seamos personas útiles, dejemos la necedad. Seamos buenos.

¡Cambio y fuera!