En
cierta ocasión, Jesús fue al pueblo de Capernaúm. Allí, se le acercó un capitán
del ejército romano y le dijo: —Señor Jesús, mi sirviente está enfermo en casa.
Tiene fuertes dolores y no puede moverse. Entonces Jesús le dijo: —Iré a
sanarlo. Pero el capitán respondió: —Señor Jesús, yo no merezco que entre usted
en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él
quedará sano. Porque yo sé lo que es dar órdenes y lo que es obedecer. Si yo le
ordeno a uno de mis soldados que vaya a algún sitio, ese soldado va. Si a otro
le ordeno que venga, él viene; y si mando a mi sirviente que haga algo, lo
hace. Jesús se quedó admirado al escuchar la respuesta del capitán. Entonces le
dijo a la gente que lo seguía: —¡Les aseguro que, en todo Israel, nunca había
conocido a alguien que confiara tanto en mí como este extranjero! (Mateo
8:5-13)
¡Imagínate
que Jesús diga que ti que nunca ha conocido a alguien con una fe como la tuya!
Esta es la historia del centurión.
Un
centurión era un oficial del imperio romano que estaba al mando de 100 soldados.
Era militar, por lo tanto imagínate sus características: rudo, enfocado a
resultados, hombre de guerra; pero éste centurión en especial era diferente,
era compasivo y estaba preocupado por uno de sus muchachos que estaba enfermo.
Además pide con una humildad increíble, pide con modestia. Veía a Jesús con
respeto, soberano y como un compasivo médico. De hecho es el único caso de
alguien que viene a pedirle a Jesús un milagro por un siervo, todos pedían por
sus propios hijos, éste centurión era un tipazo. Así que Jesús decide ayudarlo,
pero el centurión, de quien por cierto, nunca se menciona su nombre, y al ver
que su petición fue escuchada, muestra aun más humildad, reconociendo que no es
digno de tanta bondad, porque Jesús quiere ir hasta su casa. A pesar de que el
centurión tenía mucha autoridad en el imperio se sentía indigno frente a Jesús.
¿Cómo te diriges a Jesús?
El
centurión era piadoso, humilde y tenía fe. De hecho es como una formula, a
mayor humildad mayor fe. Tenia una gran seguridad de fe, no solo de que Cristo
podía curar a su siervo a la distancia y con una sola palabra. Jesús puede
hacer cosas extraordinarias cuando ve que tenemos fe. ¿De qué manera expresas
tu fe? De hecho tal fue la fe del centurión que Jesús le ofreció mucho más que
la sanidad, le ofreció ir a su casa a sanar al siervo, todo por ver la humildad
y fe del centurión. ¿Cuándo te diriges a Dios le pides con humildad?
Cristo
busca fe, ¿estás dispuesto a dársela? El criado obtuvo la sanación de su
enfermedad, pero el amo obtuvo la confirmación y aceptación de su fe. Jesús da
respuestas alentadoras a quienes oran e interceden por nosotros. ¿Oras por los
demás? Es un gran privilegio el ser oídos a favor de otros.
¿Que
tan piadoso y humilde eres?, ¿que tan humildemente pides?, ¿y que tanto crees
que Dios te escucha? Pero sobre todo, ¿cómo está tu fe?. Tomemos el ejemplo del
centurión y busquemos ser humildes y tener fe como la de él a favor de los
demás.
¡Cambio
y Fuera!