“Lo que Dios nos quita o nos da, es
prueba de su gloriosísimo amor.”*
¿Leíste bien la frase?... Dice que todo
lo que Dios nos QUITA, y también lo que nos da, es prueba de su increíble y
sobrenatural amor por nosotros. Casi siempre relacionamos las cosas buenas que
nos da con muestras de Su amor; pero cuando nos quita es sinónimo de castigo.
Pero que bueno y reconfortante es saber que ambas cosas para Él son muestras de
amor.
El famoso rey David, de la Biblia, tuvo
tiempos muy complicados de guerra y lucha de poder, sin embargo, llega un punto
donde por fin vive en su reino en paz y calma. Y mientras veía lo mucho
que tenía, las grandes construcciones y la opulencia de su reino, se dio cuenta
que aunque el vivía en una construcción gloriosa, Dios no tenía un hogar como
ese.. si no que vivía en una “tienda”. Y comienza a idear un plan para
construirle un gran templo al Dios que le había ayudado y lo había hecho un
rey. Así que comienza a platicarle al profeta Natán, su amigo, sobre su nueva
idea. (2ºSamuel 7:2-3). David reflexiona en que él, siendo rey, tiene una gran
mansión; pero Dios vive en una tienda temporal.
Sin embargo, Dios no tenía el mismo
plan… Loco, ¿cierto?... Era la mejor idea que David había tenido en toda su
vida. De hecho, está comprobado, que David no tenía ningún motivo oculto, no
quería tener toda la atención, ni quería sobresalir.. Simplemente le parecía lo
correcto para Dios, quería honrar a Dios con todo. Y es que cuando
todo va bien y tenemos momentos de paz se vienen muchos sueños a
nuestra cabeza. Y aunque suene raro, no todos son de Dios, y si no son de Él no
se deben cumplir. Y aunque tengamos amigos como Natán que nos motiven, no
significa que se cumplirán o que son parte de nuestro propósito.
Y es que Natán, el profeta, se había
emocionado con la idea, pero no había escuchado la voz correcta. En 1ºCrónicas
17:3-4 vemos que “En aquella misma noche vino palabra de Dios a Natán,
diciendo: Ve y di a David mi siervo: Así ha dicho Jehová: Tú no me
edificarás casa en que habite.” La verdad sobre David, es que Dios había
hecho rey a David, pero no constructor. Que Dios le negara construir el cielo,
no era un CASTIGO, pero si su destino. Dios tenía otro plan, Dios designó que
el hijo de David sería el constructor. Y aunque suene complicado de entender e
“injusto”, la verdad es que no es cuestión de estar equivocado o no. Es una
cuestión de aceptar el “no” de Dios y de vivir con el misterio de su voluntad.
Más adelante en el tiempo, cuando Salomón, el hijo de David, construye el
templo, reconoce que David había tenido una gran idea. En cierta forma Dios le
dice a David que tuvo una gran idea. Lo vemos más claro en 2ºCrónicas
6:7-9: “Y David mi padre tuvo en su corazón edificar casa al nombre del Dios
de Israel.
Mas Dios dijo a David mi padre: Respecto a haber tenido en tu
corazón edificar casa a mi nombre, bien has hecho en haber tenido esto en tu
corazón.
Pero tú no edificarás la casa, sino tu hijo que saldrá de tus
lomos, él edificará casa a mi nombre.”
Cada vez que recibimos un “no” por
respuesta lo relacionamos inmediatamente con un castigo.. sin embargo, cuando
Dios dice no, ello no es disciplina o rechazo, es redirección. Jamás olvidemos
que los planes de Dios son mejores que los nuestros, y aunque Él pone sueños en
nosotros, buenos y exitosos, no todos se llevarán a cabo. Nos conviene que Él
los acomode como mejor nos convenga. La mejor recomendación es evitar escuchar
a otras personas sobre su opinión sobre todos nuestros planes, sobre todo si
sabes que te van a juzgar o criticar; mejor pidámosle consejo a nuestro
creador. Así como David fue llamado para ser rey, guerrero, compositor… no fue
llamado a ser constructor. Dios no llama a todos a lo mismo. Cada uno
tenemos una función diferente.
Lo más impresionante es la reacción de
David, bastante clara en 2ºSamuel 7:18: “Y entró el rey David y se puso delante
de Dios en el templo, y dijo: Señor Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para
que tú me hayas traído hasta aquí?.” Cualquier de nosotros se enojaría,
reclamaría, buscaría explicaciones a la negativa; pero David decidió reaccionar
como un niño pequeño, pidiendo por redirección. Fue bastante humilde
reconociendo que él mismo no eran nadie delante de Dios. En el mismo capítulo
de 2ºSamuel 7:18-20 David continúa diciendo: “Y aun te ha parecido poco
esto, Señor Dios, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por
venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor Dios? ¿Y qué más puede añadir
David hablando contigo? Pues tú conoces a tu siervo, Señor Dios. ” Él
decide alabar a Dios. Y continua en 2ºSamuel 7:22-23: “Por tanto, tú te has
engrandecido, Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti,
conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. ¿Y quién como tu
pueblo, como Israel, nación singular en la tierra? Porque fue Dios para
rescatarlo por pueblo suyo, y para ponerle nombre, y para hacer grandezas a su
favor, y obras terribles a tu tierra, por amor de tu pueblo que rescataste para
ti de Egipto, de las naciones y de sus dioses.” Me asombra que David, el
gran rey, prefiere alabar a Dios y agradecer por todo lo que ha hecho por él y
por el pueblo. Para después enfocarse en “ayudar” a Salomón con algunos
preparativos, pero no se enfoca en la tarea final. No le importa dejar su “ego”
a un lado, y ayudar a otro a cumplir su propósito. ¿Listo para el reto?
Resumo la historia en tres verdades
claves de vivir con Dios. La primera es que, Cuando Dios dice “no” significa
que tiene algo mejor, y espera mi contribución, no mi enojo. Definitivamente la
mejor reacción deben ser la cooperación y la humildad. Y lo mejor de todo
es que sea “si” o “no” las respuestas de Dios nunca son sin razón.
¡Cambio y fuera!
*(Himno citado por Charles Swindoll en
David, un hombre de pasión y destino.)