miércoles, 12 de octubre de 2011

La marca de tu vida

En el mundo del marketing  no hay nada más importante que desarrollar una marca y llevarla al estrellato en ventas, logrando que casi “todo” el mundo compre los productos de esa marca. Cada uno de nosotros como consumidores tenemos preferencia por alguna marca en particular, ya sea tu refresco favorito, alguna marca de tenis, zapatos, ropa, etc… Y es tu favorita porque tiene ciertas características que la hacen diferente de las demás, detalles que hacen que no importe el costo o el tiempo de espera. Es igual si decimos que Dios está en nosotros, es como si Él fuera nuestra marca y adoptamos las características de esa marca, es decir, adoptamos sus características.
La analogía anterior es realmente sencilla, sin embargo hace referencia a un principio muy interesante, el fruto del Espíritu Santo. Cuando se menciona este tema, se vuelve muchas veces controversial y en otras se confunde con cuestiones fanáticas, sin embargo en esta ocasión lo analizaremos con detenimiento. La carta de Pablo a los Gálatas capítulo 5 del versículo 16 al 25 menciona las características del “Fruto del Espíritu Santo”. Antes de mencionarlos es interesante como describe el comportamiento  de la naturaleza del ser humano, es decir, cómo describe al ser humano de este siglo, hay: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. Las acciones mencionadas anteriormente es lo que es el ser humano hoy por hoy, bueno lo que ha sido desde siempre.. desde que el mismo Cristo vivía entre nosotros hasta ahora y tal vez por siempre. Así somos… llenos de conflictos emocionales que derivan en comportamientos de conducta muy retorcidos.. Ante esta descripción se puede concluir que realmente los seres humanos podemos llegar a destruirnos atrozmente.  Es ahí donde Pablo les escribe a los Gálatas que es necesario tener el fruto del Espíritu Santo, es decir, urge la presencia de Dios en nosotros para salvarnos de nuestra propia humanidad. ¿Y cuál es ese fruto? amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.  El fruto del Espíritu Santo es una contraposición a lo que realmente somos como seres humanos.
El fruto del Espíritu no son hábitos, ni cualidades, son acciones y decisiones. Actos que debemos decidir adoptar a nuestra vida diaria. El objetivo del ser humano es vivir la eternidad con Dios, pero para lograrlo necesitamos actuar de manera diferente, contraria a lo que el inconsciente nos dicta. Pablo habla del “fruto” como uno solo, a pesar de que lo vemos descrito en varias palabras, y esto porque no es posible solo tener uno de ellos, necesitamos el conjunto de acciones que conforman una vida diferente. El Espíritu Santo nos da herramientas para vencernos a nosotros mismos. Hemos comprobado que vivir basados en el entendimiento propio es vivir en vano, cuando adoptamos el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza, entonces encontramos la única manera de tener una buena vida; vencemos la tendencia natural de nuestro cuerpo.
Vencernos a nosotros mismos resulta casi imposible, por lo que necesitamos desarrollar un carácter firme. Dice el profeta Isaías que Dios guardará en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Dios persevera; porque en Él ha confiado. Dios está dispuesto a darnos esa buena vida, pero necesitamos poner nuestro pensamiento en Él, confiar y perseverar. El mismo Pablo le escribe a los Romanos, que hay vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad. Nuestro propósito es vivir para la eternidad, “sobrevivir” solamente para esta vida resulta tan corto, tan débil, efímero y carece de futuro; sin embargo vivir para la eternidad con Dios nos da sentido de pertenencia, nos da identidad, nos da valor, fuerza y valor.
Juan en su segunda carta versículo nueve dice una verdad importante, “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” La vida sin Dios carece de sentido, sin embargo la vida con Dios es una vida con propósito y futuro. Para que Dios esté en nosotros debemos perseverar en su doctrina. ¿Qué es doctrina? Es la enseñanza que nos dejó, es sencillo… Permanece en el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Que se vuelvan parte de tu vida, de tus decisiones, de tus pensamientos, de tus reacciones, vive en ellos y deja que Dios y su Espíritu sean la marca de tu vida.

Cambio y Fuera!

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