jueves, 1 de diciembre de 2011

Dícese de la cualidad del benigno

¿Alguna vez has escuchado la palabra benignidad? Es una de las características del fruto del Espíritu Santo, es decir, de que Dios viva en nosotros. Si buscamos en el diccionario encontraremos una definición bastante vaga: cualidad del benigno. Pero si buscamos un poco más encontraremos que se refiere a aquel que es afable, benévolo, piadoso, que no es maligno.

Sin embargo, Dios le da un significado enorme. A lo largo de toda Biblia encontramos que la benignidad tiene que ver con la cortesía, gentileza, educación, ser considerados, atentos y amables. Es la cualidad que hace que otras personas se sientan cómodas cuando están con nosotros. Dios hace de esta palabra una característica muy importante en nuestra vida.

Desde que Dios creó al hombre y a lo largo de toda la historia, nos ha mostrado su amabilidad y benignidad. Siendo una cualidad imposible de alcanzar por nosotros mismos, la única fuente es Dios. Desde la creación del universo y el cuidado que Dios tiene para todos los detalles que ha creado, podemos ser testigos de su benignidad, el Salmo 65 lo relata bastante bien. En el Salmo 145 también nos relata que Dios ha sido amable y benigno de generación en generación.  La clave es la benignidad en nuestra vida y la encontramos en el Salmo 25:8 “Dios es bueno (benigno) y recto; por tanto, Él enseñará a los pecadores el camino.” Aprender el camino de bien es lo que nos llevará a adquirir esta característica. Dios siempre será bueno y benigno con aquellos que confiamos en Él, según el libro de Nahúm 1:7.  El Salmo 34:8 nos motiva a confiar en Dios, pues Él es bueno para con los que confían en Él.

Y en el Nuevo Testamento vemos que el mismo Jesús nos motiva a ser benignos, pues tenemos ejemplo en Dios. El evangelio según San Lucas 6:35 dice que debemos Amar a nuestros enemigos, y hacer bien, y prestar, no esperando de ello nada; y será nuestro premio grande, y seremos hijos de Dios; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.” Si Dios es benigno con aquellos que no lo merecen, es decir, con nosotros, ¿no podremos ser benignos de igual manera nosotros?, siempre sin esperar nada a cambio. El apóstol Pablo en su carta a los Colosenses capítulo 3 versículo 12 nos lanza un reto muy interesante: “Vístanse, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.” Es decir que estás características deben ser nuestra vestimenta de todos los días, no podemos salir sin ella, la necesitamos para cualquier área de nuestra vida, deben ser parte de nuestra identidad como hijos de Dios, nuestra ventaja competitiva en comparación con el resto. Como directriz para las relaciones. En su carta a los Efesios, de igual manera el apóstol Pablo, en el capítulo 4 del versículo 31 al 32 complementa motivándonos a quitar de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y toda malicia. Antes seamos benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a vosotros en Cristo.” Ninguno de nosotros es merecedor de la benignidad de Dios, de su misericordia, y aun así Dios decidió regalárnoslo, tomemos su ejemplo y seamos igual.

Realmente, somos benignos hacia los demás. ¿Qué tan cómodos se sienten los demás en nuestra presencia?, ¿los demás sienten que pueden acercarse a nosotros? O ¿todos buscan alejarse?

Tal vez antes no sabías que Dios SÍ ha sido benigno con nosotros, ha sido amable de sobremanera. Y es que lamentablemente tenemos acceso a esa benignidad con tanta facilidad que muchas veces ni siquiera nos percatamos de agradecerla, y lo peor, la despreciamos.  ¿A qué me refiero? Leamos lo que nos dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos capítulo 2 del versículo 4 al 11. “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?  Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo.” Lo que Pablo nos está diciendo, es que cada vez que nos aferramos al pecado y cada vez que guardamos como un gran tesoro la ira y el enojo, entonces nuestro corazón se endurece y nos volvemos indiferentes a la benignidad y paciencia de Dios. No menospreciemos este regalo tan increíble por parte de Dios, sino seamos sabios en escoger lo que realmente nos conviene. En ese mismo capítulo de Romanos en el versículo 21 Pablo nos advierte  que Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?. Seamos congruentes, ya somos conscientes de lo que Dios nos ha dado, no lo dejemos a un lado.

La benignidad no es solo una cualidad denota una acción. Como dice la carta de Pablo a los Filipenses en su capítulo 4 versículo 5, nuestra gentileza debe ser conocida por todos los hombres, pero ahora mismo, porque Jesús regresa pronto. No debemos esperar a que el mundo cambie, todos mejoren, y merezcan nuestra amabilidad, es necesario que desde ahorita seamos amables y benignos como merecedores y no merecedores.

Cambio y Fuera!

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