Dices creer en Dios y ser religioso, pero no controlas tus palabras, tu propia lengua; entonces eres un hipócrita. (Santiago 1:26). El ser humano ha desarrollado muchas capacidades y ha logrado dominar el mundo entero, sin embargo carecemos de dominio propio, no somos capaces de templarnos a nosotros mismos. El dominio propio es la virtud más cotizada hoy en día. Ser templado o tener dominio propio significa ser moderado, sobrio, contenerse. “Donde subsiste esta virtud, la tentación puede tener poca influencia.” (Macknigth). En conclusión es la virtud que surge de la autodisciplina.
La templanza o dominio propio debe ser añadido al conocimiento, es decir, primero leemos y aprendemos, pero inmediatamente lo debemos poner en práctica.
El rey Salomón dice en Proverbios 16:32 que es más fácil capturar una ciudad que dominar nuestro espíritu. En el 25:28 dice que como ciudad derribada y sin protecciones
es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda. El apóstol Santiago escribe que el primer y más difícil paso es dominar nuestra propia lengua. En los primeros capítulos hace una comparación bastante interesante, de cómo puede ser más fácil controlar el incendio de un bosque, que la lengua de un ser humano. Somos capaces de domar bestias muy salvajes, pero se nos complica quedarnos callados, de la misma boca donde salen bendiciones salen maldiciones y palabras de muerte. ¿Cómo puede ser esto?
Solamente en Jesús obtendremos la fortaleza que necesitamos para desarrollar dominio propio. En la carta a los Romanos 7:14-25, el apóstol Pablo nos menciona ideas difíciles de aceptar, sin embargo al entenderlas seremos capaces de mejorar nuestra vida. “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.”
Seguramente te ha pasado que haces lo opuesto a lo que realmente quieres, ¿cierto?, Pablo lo relata, nos dice que no somos capaces de hacer lo que deseamos, aunque tengamos toda la disposición de hacerlo. Segundo punto, vivimos cautivos del pecado. Lo que nos lleva al tercer punto, estamos desesperados y la ÚNICA respuesta es Jesús. Mismo Pablo nos relata en su carta a los Gálatas 5:17 lo difícil que es vivir esta vida, y como es una batalla constante, pues nuestra naturaleza nos lleva al desenfreno, sin embargo solo Jesús nos da esperanza.
Siendo Dios a través de Jesús la única respuesta, solamente nos queda tomar nuestra responsabilidad. Debemos creer en Su palabra, como dice la carta a Filipenses, “todo lo puedes en Cristo que te fortalece”. Y con esa fe, continuar con el proceso. Pedirle a Dios que sea Él quien actúe en nosotros. El libro a los Colosenses nos reta a matar nuestras características terrenales. Revestirnos de Cristo y crecer diariamente. Trabajar como si todo dependiera de nosotros. Sin embargo no estamos solos, tenemos a Dios de nuestro lado.
Todos necesitamos desarrollar dominio propio. La manera en que pensamos, lo que comemos, hablamos, cómo administramos el dinero, el uso que le damos a nuestro tiempo, en nuestras actitudes diarias, para buscar a Dios, para vencer la lentitud y la pereza, para servir a Dios, en los deseos sexuales, en todo.
¿Qué tanto controlas tu sexualidad? O será que como la mayoría hoy en día… Dejas que tu sexualidad te controle. La primera carta de Pablo a los Corintios capítulo 10 versículo 23 dice: “todo me es lícito, pero no todo me conviene, todo me es lícito, pero no me dejaré dominar”. Aunque no lo creas, Dios no prohíbe, en Él tenemos un estilo de vida que nos lleva a la eternidad. Que se pueda hacer, que los “astros” se acomoden para que lo puedas hacer, o lo que es peor, que lo sepas hacer; no significa que es lo correcto y lo más conveniente. En el capítulo 6 de la primera carta a los Corintios nos hace reflexionar de manera interesante diciendo, “huyan de toda inmoralidad sexual, ¿Acaso no saben que son templo del Espíritu Santo?, es decir, no son de ustedes, son de Dios.” No somos dueños de nuestro cuerpo, solo Dios es dueño. Actualmente menos del 30% de las mujeres llega virgen al matrimonio, ¿qué porcentaje de hombres? Solo en Dios puedes tener dominio de ti mismo y de tus hormonas. ¿Has escuchado esas frases sobre “experimentar”, “dejar ser”, etc.? La Biblia, la palabra de Dios, tiene como objetivo que logremos el éxito en todo sentido, y busca que evitemos la mayor cantidad de errores. Sin embargo es nuestra decisión.
Al buscar hacer la voluntad de Dios, el dominio propio será una consecuencia. Es necesario ser constantes y perseverantes para lograrlo. La mejor analogía es sobre las palmeras, estas se doblegan con los fuertes vientos y tormentas en las playas, sin embargo nunca se rompen; a pesar de que se doblen casi 90º grados, jamás se rompen. Recuerda que puedes resbalar, pero nunca caer.
Cambio y Fuera!
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