"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."
(Mateo 5:4)
Felices los que lloran, porque serán consolados. Hay dos formas de ser bienaventurados si lloramos, en primer lugar, cuando mostramos dolor por otros, es decir, buscamos ayudar a otros y ser compasivos. Y en segundo lugar, ser chillón y ser consolado tiene que ver con nuestra vida privada.
El estilo de vida actual se basa en buscar la alegría rápida y evitar la tristeza a toda costa. No importan las formas, medios o estilos, todos buscamos ser felices, evitar los sentimientos negativos y satisfacer nuestros deseos al momento. Sin embargo Jesús habla de lo opuesto, es decir, se feliz a través del llanto. ¿Suena lógico?
En el evangelio según San Lucas, Jesús cuenta la historia de un hombre que se dedicaba a la política y cuestiones gubernamentales, y dice en Lucas 18:13 que “mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.” El hombre de la historia reconoce que ha pecado y le da pena volver a ver a Dios. Cuando Jesús está hablando de esta bienaventuranza y dice: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados, no se refiere a ser chillones y obtener recompensas por ellos. En primer lugar, Jesús está diciendo que “llorar” significa reconocer que hemos pecado y solo por lo hacemos no somos dignos de estar con Dios. Pero tampoco significa vivir con el sentimiento de culpabilidad y escudarnos en eso, Jesús quiere que nos arrepintamos. Es decir, entristecernos por fallarle a Dios, entender las consecuencias y decidir cambiar.
Pablo, el famoso apóstol, lo dice mucho más claro en Romanos 7:17-24: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Porque no hago el bien que quiero, si no el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? .“ Esa es la realidad a la que nos enfrentamos todos los seres humanos, hacemos lo contrario a lo que en verdad queremos. Es por eso que comúnmente decimos que no tenemos “fuerza de voluntad”, tan fácil como estar a dieta, empezamos con un plan mental de frutas y verduras y terminamos comiendo fritangas, dulces, tacos, etc. Eso es lo que está diciendo Pablo, somos miserables porque nuestro cuerpo no busca hacer las cosas buenas, contrariamente prefiere todo aquello que nos hace mal. Ser bienaventurados por llorar, es reconocer nuestra miserable y débil humanidad, arrepentirnos, aceptar que sea Dios quien nos ayude y buscar mejorar.
Llorar espiritualmente es descargarnos o desahogarnos, bajar nuestro ego y reconocer que no podemos mejorar nuestro estilo de vida por nosotros mismos. Solo en Dios encontramos alivio y esperanza. Al arrepentirnos tendremos la felicidad de saber que somos perdonados y tenemos paz. 2 Corintios 7:10 nos da esperanza: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. ” Cuando te entristeces sin tener esperanza no habrá buenos resultados, al contrario tendremos depresión y culpabilidad eterna; pero cuando nos entristecemos correctamente y nos arrepentimos, entonces es solo por un momento, después viene la esperanza.
El consuelo del que habla esta bienaventuranza se presenta hoy y a futuro. El consuelo momentáneo es saber que Dios está con nosotros, nos perdona y nos da paz; saber que siempre tendremos respuesta de Dios es increíble. El consuelo a futuro es en la eternidad, es la esperanza que tenemos de que la paz de Dios se extenderá para siempre. El apóstol Pablo lo menciona en Romanos 8:18-25: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. (…) Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” El escritor reconoce que todos tenemos aflicciones, y la esperanza está en la eternidad con Dios.
¿Quién es un llorón consolado? Son aquellos que son pobres de espíritu, que reconocen su condición de pecado y “lloran” o se lamentan al ofender a Dios. No tiene nada que ver con ser miserable, es entristecerse de aquello por lo que Dios se entristece, es decir, cada vez que la regamos. El llanto del que estamos hablando no significa desesperanza, es descansar. No quedarnos paralizados y actuar ante el pecado. Cuando lloramos por las razones correctas, significa que el dolor ajeno nos motiva a ser más humanos y comprensivos con otros. Y al mismo tiempo el dolor propio nos recuerda nuestra necesidad de Dios. Para ser consolados en la vida diaria es necesario que nos humillemos primero, y no hay nada malo con esto, sin embargo mostrará nuestro corazón sencillo y que reconoce la necesidad de Dios. Según lo que Jesús nos dice en el sermón en la montaña, ser chillones es muy válido, y bastante bueno, sin embargo, ser miserable no es ni siquiera una opción. Busquemos ser compasivos con otros, pero sobretodo con nosotros mismos, al reconocer nuestra debilidad y necesidad de Dios, porque como dijo Pablo “no hago lo que quiero, si no lo que no quiero.” Nos urge tener a Dios en nuestra vida, para entonces ser consolados a su manera y no a la nuestra.
Cambio y Fuera
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