La riqueza es como el agua salada, cuanta más se bebe más sed da. (Schopenhauer), y cuan cierto es. En esta ocasión hablaremos sobre la administración sobre la riqueza, el dinero, los bienes todo lo que está alrededor.
Considero importante hacer un análisis que pocas veces hemos hecho, ir al principio de todas las cosas. Empecemos desde Génesis 1:1 “En el principio Dios creo los cielos y la tierra”. Es decir, que Dios es el creador de TODO. Dios creo la tierra, los animales, las plantas, los peces, todo lo que ya sabemos, pero eso es precisamente la materia prima para que trabajemos. De hecho en Génesis 1 del versículo 28 al 30, un poquito más adelante, que Dios nos da una orden como pobladores de la tierra, nos dice que nos multipliquemos, y que administremos toda la tierra. Administrar la tierra significa trabajar en ella y hacerla crecer. En aquel tiempo Dios no iba a decir, “bueno hijos les dio las grandes zonas industriales y los imperios tecnológicos para que los desarrollen”, ¡NO!, en ese momento dio la materia prima y las herramientas básicas para que se comenzaran a desarrollar todo lo que hasta ahora conocemos. La orden fue clara, administren la riqueza en la tierra a partir de lo que les doy, la recompensa será su suya. Hoy en día vemos representada la riqueza en el dinero, como la paga de nuestro trabajo. Representa que hemos trabajado arduamente y que merecemos ser recomenzados. Somos su máxima creación, sus hijos queridísimos, está encantado con nosotros, así que nos capacitó y nos dio las herramientas para poder administrar todo. Sin embargo también nos dice unas palabras interesantes más adelante en la misma Biblia, en Deuteronomio capítulo 8 del versículo 11 al 18. A continuación una paráfrasis de esa parte: Comerás y te saciarás, y bendecirás al Señor tu Dios por la buena tierra que te dio. Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios, y sobre todo de cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos, que yo te ordeno hoy; no vaya a ser que comas y te sacies, y edifiques buenas casas, y tus vacas y tus ovejas se incrementen, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides tu Dios, que te sacó de tu más grande problema, de la esclavitud en la que estabas; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, pero que te sustentó en medio de ese desierto, afligiéndote y probándote, haciéndote bien; así que no digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate que el Señor tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas.” Al leer esto, en verdad considero que hagamos una pausa en todo y lo leamos muchas veces hasta que nos casi casi lo memoricemos. Dios está siendo súper claro y nos dice que claro que nos va a ir ¡súper bien! Él nos dio la materia prima para trabajar, y además de eso, nos va a prosperar para que nuestro trabajo rinda mucho y crezca de manera buena; pero no se nos vaya a olvidar por ahí el pequeño detalle que todo lo que logremos es por Él. A final de cuentas si Él es el creador de todas las cosas, también nos da la fuerza, la inteligencia, nos pone en las situaciones correctas, nos da las amistades, los conocidos, esas habilidades increíbles, esos dones únicos, esos detalles que hacen magia en los negocios, todo eso Dios lo hace para que logremos los objetivos y nos vaya muy bien. Pero nos recuerda, “cuando te esté yendo muy bien, no se te vaya a olvidar que Yo, el Señor tu Dios, es el que hace todas las cosas, no creas que eres tú”. Pero tranquilos, no es que Dios nos quiera hacer sentir mal, simplemente nos recuerda que somos administradores de su grandeza y de sus riquezas, pero no somos los dueños, solo Él es dueño.
A Jesús le gustaba hablar en parábolas, es decir, en historias, y así podía transmitir enseñanzas muy buenas, pero de manera mucho más entendibles. Y una de ellas hace referencia a lo que estamos platicando. Había un hombre muy rico, dueño de muchos negocios que tenía que salir de viaje. Así que dejó a tres de sus mejores hombres a cargo de sus negocios. Al primero le dejó diez mil monedas de oro, al segundo cinco mil monedas de oro y al tercero mil monedas de otro. Les dijo que regresaría en cierto tiempo y que esperaba que cuidaran de ese dinero, porque ya sabían que era muy estricto no toleraría pérdidas. El primero (diez mil) lo invirtió. La verdad es que la historia no cuenta en qué lo invirtió, pero me gusta pensar que invirtió el dinero en negocios, porque al final cuenta que dobló la cantidad, y logró obtener veinte mil monedas de oro. El segundo, el de las cinco mil monedas hizo lo mismo, invirtió el dinero y también las duplicó. Pero el tercero, tuvo mucho miedo de su jefe y no quiso arriesgarse, así que literalmente enterró su moneda en medio del patio de su casa y se esperó a que su jefe regresara. Cuando el jefe regresa después de varios meses. Les pide cuentas, el primero le entrega el doble de dinero, y el jefe lo recibe muy contento, el segundo igual, pero al ver al tercero lo regaña, lo corre y le dice que lo poco que tenía que lo quitaran y se lo dieran al que tenía veinte mil monedas de oro.
Realmente esta historia es muy interesante. Más que parecer injusta, hay varios puntos para reflexionar. En primer lugar entender que Dios no nos da lo mismo a todos, a cada uno nos da algo completamente diferente, si nos da poco o mucho, es porque Él tiene un propósito diferente, pero de igual manera está esperando que hagamos algo con eso. Pero si nos da, es porque confía en nosotros y nos ama, así que démosle gracias y aprovechemos lo que tenemos, pero sobre todos seamos responsables con lo que nos da; porque al darnos es porque está confiando, y al confianza siempre conlleva la responsabilidad. Es interesante como el jefe es una analogía de Dios, y Dios siempre nos pedirá cuentas de todo, de lo poco o de lo mucho, pero siempre nos pedirá cuentas, así que seamos responsables con lo que nos dé. Seguramente cada uno está especulando sobre en qué habrán invertido esos hombres el dinero, el jefe solo pidió cuentas, cada uno de nosotros tenemos que ser creativos y rendir cuentas sabias e inteligentes. Obviamente Dios espera negocios éticos e íntegros, que vayan conforme a sus demás mandamientos, nada de negocios chuecos. Pero esto me lleva a reflexionar sobre el hecho de la riqueza vendrá del área en la que más te guste trabajar. ¡Es muy probable que el negocio que pienses que esos hombres hicieron, es el que a ti más te guste! Porque en eso eres bueno, y ahí ves un futuro. De ahí vendrá tu riqueza.
A final de cuentas este es el plan de Dios, darnos toda la materia prima, herramientas, oportunidades, formas, espacios, para que podamos disfrutar de su creación y aprovecharla. Pero siempre teniendo equilibrio, el problema está cuando no tenemos equilibrio respecto al dinero, y sobre todo a la prioridad que le damos en nuestra vida. Dice Eclesiastés 5:10 que el que ama el dinero, nunca se va a saciar, el que ama tener mucho, nunca va a tener suficiente. No hay mucho que explicar, todos sabemos que no hay sueldo que nos sea suficiente, precio que nos compre lo suficiente; pero si podemos decidir estar satisfechos, ser agradecidos, administrar con mayor sabiduría, ser más generosos, menos egoístas. No hay una serie de pasos de qué hacer o qué no hacer con el dinero. Sin embargo me gusta la reflexión que le dice Pablo a Timoteo en su primera carta en el capítulo 6 del 17 al 19 y dice: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” Si analizamos a detalle estas líneas coincidiremos en que no hay algo más relativo y efímero que la riqueza, hay claros ejemplos de riqueza inquebrantable como la realeza; sin embargo riqueza cotidiana como el nivel y estilo de vida que llevamos una buena cantidad de personas en el mundo, cualquier de nosotros puede ser considerado rico si nos comparamos con alguien que vive del otro lado del mundo y que no puede leer que tú estás leyendo porque no tiene una computadora con acceso a internet, o porque ni siquiera tiene una casa, alimento, vive en una comunidad marginada, etc. Así que, si tienes el privilegio de estar leyendo este escrito puedes sentirse aludido en lo que dice Pablo, y eres considerado, según la definición de riqueza que nos atrevimos a hacer, uno de los ricos de este mundo. Pon tu nombre en ese párrafo: “A los ricos (pon tu nombre) ….” Y vuelve a leer todo el mandato… sintámonos aludidos y seamos buenos administradores de las riquezas que Dios nos da, entendiendo que no somos dueños de ellas, por lo tanto no podemos disponer de ellas a nuestro antojo, pero si las administramos para hacerlas crecer, pero también para darle cuentas al dueño.
Cambio y Fuera.
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