Jesús estaba a punto de empezar una de las exposiciones más famosas que tuvo mientras estuvo sobre la tierra, el sermón del monte. Jesús decidió que 12 hombres “cualquiera” se convertirían en sus discípulos, les iba a enseñar sobre las verdades de Dios, para que a su vez ellos las compartieran a todo el mundo. No había alguna característica especial en ellos, eran comunes y corrientes (recuerden que Dios usa gente ordinaria para hacer cosas extraordinarias), sin embargo al convivir con Jesús, su estilo de pensar y de vivir cambiaría para siempre. Así que justo cuando estaba a punto de empezar a enseñarles solamente a estos 12 sobre las bienaventuranzas, se da cuenta que hay cientos de personas queriéndolo escucharlo. Al verlos, sintió compasión por ellos y decide dirigir su sermón a toda la multitud.
Las bienaventuranzas que Jesús estaba a punto de enseñar, en primer lugar son las claves para convertirnos en verdaderos discípulos de Él. Un discípulo es aquel que imita una conducta y la adopta como propia. Jesús demostró que la primera característica del discípulo es la compasión. En el evangelio según San Mateo 8:36 reconoce que al ver a las multitudes Jesús tenía mucha compasión porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. No significa que les tenía lástima o le daba “cosita” verlos tan perdidos. Reconocía que tenían una necesidad enorme de cambiar su vida y buscó ayudarlos. Jesús se percató de lo que la gente ocultaba, estaba alerta a las necesidades y buscó satisfacerlas, aun cuando la multitud no le gritó “oye Jesús, estamos desesperados”, solo con verlos lo supo. Sin Dios todos estamos desamparados, no tenemos esperanza y somos como los borreguitos, perdidos en nuestro propio mundo sin saber a dónde ir. Como discípulos de Jesús debemos buscar ayudar a los demás, estar alertas de sus necesidades y apoyarlos. Compartir la compasión que Dios ha tenido con nosotros mismos es la respuesta a la falta de esperanza que tiene el ser humano. El apóstol Pablo lo dice en Timoteo 2:2 “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” Debemos hablar a otros y ellos a otros a su vez.
Las bienaventuranzas, en segundo lugar, son aplicables en todo lugar. De hecho Dios espera que formen parte de nuestro estilo de vida y no importa dónde nos encontremos, siempre busquemos oportunidades para ponerlas en práctica y decirle a otros sobre ellas. Desarrollemos la compasión como parte de nuestra vida.
Y en tercer lugar debemos aprender a enseñarlas a otros. Que injusto es saber la solución a la vida y no compartirla. Por eso es tan importante buscar convivir con un grupo pequeño de personas que busquen a Dios y que quieran cambiar su estilo de vida. Ir los domingos a la iglesia es excelente, aprendes del sermón y puedes aplicarlo a tu vida. Pero vemos que Jesús daba más que sermones semanales, el vivía con sus discípulos. Estaba con ellos en todo tipo de circunstancia, comían, trabajaban, se relajaban juntos... convivía con su grupo pequeño. Era ahí donde conocía lo que en verdad pasaban entre ellos y podía enseñarlos poco a poco. Lo mismo espera Dios de nosotros. Busca un grupo pequeño de personas que quieran aprender y vivir con Dios. Esto fortalecerá tu fe, podrás tener un entrenamiento intensivo de cómo mejorar tu estilo de vida. Dios nos da la oportunidad de conocerlo porque quiere que seamos sus discípulos. Resumamos esto de manera sencilla:
¿Qué es un discípulo? Es un seguidor de Jesús.
¿Quiénes son? Todos los que decidan creer en Él.
¿Por qué somos discípulos? Para parecernos más a Él y extender su amor a otros.
¿Para qué somos discípulos? Para que otros conozcan.
¿Cómo somos discípulos? Siguiendo su estilo de vida.
Jesús lo expresa con claridad en el evangelio según San Mateo16:24-27 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Negarnos a nosotros mismos es simple, dejemos de creer que somos el centro del universo, porque no es así. Somos de Dios, no somos de nosotros mismos; somos de Dios y para Dios. Negarnos a nosotros mismos es dejar a un lado lo que queremos para entonces buscar qué quiere Él. Te garantizo que Él es mucho más inteligente y escoge mejores cosas de las que nosotros pudiésemos escoger por nosotros mismos. Estar con Dios, significa como dice 1Juan 2:6, andar como Él anduvo. Busquemos tener congruencia en nuestro pensamiento y nuestros actos, pensemos y vivamos con Dios, nos conviene. Es como si todas las mañanas decidieras ponerte un perfume que diga “Estilo de vida de Jesús”, y a donde quiera que vayas huelas a Él, que sea notorio para los demás que eres un discípulo de Jesús y entonces impregnes a otros con ese aroma.
Rico es oler a Dios.
¡Cambio y fuera!
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