viernes, 10 de febrero de 2012

Ponte el Nuevo Perfume

Jesús estaba a punto de empezar una de las exposiciones más famosas que tuvo mientras estuvo sobre la tierra, el sermón del monte. Jesús decidió que 12 hombres “cualquiera” se convertirían en sus discípulos, les iba a enseñar sobre las verdades de Dios, para que a su vez ellos las compartieran a todo el mundo. No había alguna característica especial en ellos, eran comunes y corrientes (recuerden que Dios usa gente ordinaria para hacer cosas extraordinarias), sin embargo al convivir con Jesús, su estilo de pensar y de vivir cambiaría para siempre. Así que justo cuando estaba a punto de empezar a enseñarles solamente a estos 12 sobre las bienaventuranzas, se da cuenta que hay cientos de personas queriéndolo escucharlo. Al verlos, sintió compasión por ellos y decide dirigir su sermón a toda la multitud.

Las bienaventuranzas que Jesús estaba a punto de enseñar, en primer lugar son las claves para convertirnos en verdaderos discípulos de Él. Un discípulo es aquel que imita una conducta y la adopta como propia. Jesús demostró que la primera característica del discípulo es la compasión. En el evangelio según San Mateo 8:36 reconoce que al ver a las multitudes Jesús tenía mucha compasión porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. No significa que les tenía lástima o le daba “cosita” verlos tan perdidos. Reconocía que tenían una necesidad enorme de cambiar su vida y buscó ayudarlos. Jesús se percató de lo que la gente ocultaba, estaba alerta a las necesidades y buscó satisfacerlas, aun cuando la multitud no le gritó “oye Jesús, estamos desesperados”, solo con verlos lo supo. Sin Dios todos estamos desamparados, no tenemos esperanza y somos como los borreguitos, perdidos en nuestro propio mundo sin saber a dónde ir. Como discípulos de Jesús debemos buscar ayudar a los demás, estar alertas de sus necesidades y apoyarlos. Compartir la compasión que Dios ha tenido con nosotros mismos es la respuesta a la falta de esperanza que tiene el ser humano. El apóstol Pablo lo dice en Timoteo 2:2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” Debemos hablar a otros y ellos a otros a su vez.

Las bienaventuranzas, en segundo lugar, son aplicables en todo lugar. De hecho Dios espera que formen parte de nuestro estilo de vida y no importa dónde nos encontremos, siempre busquemos oportunidades para ponerlas en práctica y decirle a otros sobre ellas. Desarrollemos la compasión como parte de nuestra vida.

Y en tercer lugar debemos aprender a enseñarlas a otros. Que injusto es saber la solución a la vida y no compartirla. Por eso es tan importante buscar convivir con un grupo pequeño de personas que busquen a Dios y que quieran cambiar su estilo de vida. Ir los domingos a la iglesia es excelente, aprendes del sermón y puedes aplicarlo a tu vida. Pero vemos que Jesús daba más que sermones semanales, el vivía con sus discípulos. Estaba con ellos en todo tipo de circunstancia, comían, trabajaban,  se relajaban juntos... convivía con su grupo pequeño. Era ahí donde conocía lo que en verdad pasaban entre ellos y podía enseñarlos poco a poco. Lo mismo espera Dios de nosotros. Busca un grupo pequeño de personas que quieran aprender y vivir con Dios. Esto fortalecerá tu fe, podrás tener un entrenamiento intensivo de cómo mejorar tu estilo de vida. Dios nos da la oportunidad de conocerlo porque quiere que seamos sus discípulos. Resumamos esto de manera sencilla:

¿Qué es un discípulo? Es un seguidor de Jesús.
¿Quiénes son? Todos los que decidan creer en Él.
¿Por qué somos discípulos? Para parecernos más a Él y extender su amor a otros.
¿Para qué somos discípulos? Para que otros conozcan.
¿Cómo somos discípulos? Siguiendo su estilo de vida.



Jesús lo expresa con claridad en el evangelio según San Mateo16:24-27Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Negarnos a nosotros mismos es simple, dejemos de creer que somos el centro del universo, porque no es así. Somos de Dios, no somos de nosotros mismos; somos de Dios y para Dios. Negarnos a nosotros mismos es dejar a un lado lo que queremos para entonces buscar qué quiere Él. Te garantizo que Él es mucho más inteligente y escoge mejores cosas de las que nosotros pudiésemos escoger por nosotros mismos. Estar con Dios, significa como dice 1Juan 2:6, andar como Él anduvo. Busquemos tener congruencia en nuestro pensamiento y nuestros actos, pensemos y vivamos con Dios, nos conviene. Es como si todas las mañanas decidieras ponerte un perfume que diga “Estilo de vida de Jesús”, y a donde quiera que vayas huelas a Él, que sea notorio para los demás que eres un discípulo de Jesús y entonces impregnes a otros con ese aroma.
Rico es oler a Dios.  

¡Cambio y fuera!

martes, 7 de febrero de 2012

Vanidad de vanidades, todo es vanidad.

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8)


Sabías que la vanidad no es considerado uno de los pecados capitales, por la Iglesia Católica, pero se dice que deriva del orgullo. Sin embargo hoy en día la maldad del ser humano recae en la vanidad. La vanidad va más allá del número de camisas que tengas o la cantidad de veces que te ves en el espejo. La vanidad está arraigada al corazón del ser humano hoy en día, es decidir ser lo más importante y hacer girar la vida entera en torno a ello. Bien dijo el poeta, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

El poeta dice en Eclesiastés 11:8-11:Pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad. Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

La vanidad significa que como seres humanos que declaramos no necesitar a Dios, ya sea con nuestros actos o nuestras palabras. No importa cuántos años vivamos y todo lo que logremos, si no buscamos a Dios como lo más importante en nuestra vida, entonces TODO cuanto hayamos hecho o logrado, se convierte en vanidad. Es considerado muy a menudo como el «vicio maestro». Todo aquello que solo muestra poder, riqueza, soberbia y que carece de auténtico valor humano. El papa Gregorio dijo que es el principio de todos los pecados.

El poeta hace un recomendación muy interesante en el párrafo anterior de Eclesiastés, nos recuerda que TODO es vanidad, es decir, no vale la pena pues solo alimenta el ego. Nos recomienda vivir alegres y tomar placer de nuestra juventud, pero a la par nos reta a quitar nuestros ojos de la vanidad. Acaso es incongruente su comentario. Se vuelve confuso cuando no entendemos que podemos ser alegres y felices dejando a un lado todo aquello que es vano e inútil.


Leí algo interesante, muchos jóvenes prefieren darle su juventud al diablo y su vejez a Dios. Sin embargo esa decisión solo nos provoca placer por un periodo muy corto. No le des la juventud al diablo y la vejez a Dios. Dale a Dios tu juventud y también la vejez. Si le damos a Dios nuestra vejez solo esperamos consuelo por nuestros errores, si le damos nuestra juventud Él nos da visión para vivir bien.

¿Vale la pena decidir darle nuestra juventud a Dios? Parece anticuado, sin embargo Dios ha hecho todo por nosotros. Nos amo a pesar de nuestros errores, a pesar de todo lo que constantemente hacemos traicionando su confianza. Nos ha dado a su Hijo que significa una nueva oportunidad de vivir en armonía con Dios, significa perdón, no más culpa, esperanza. Nos ha dado su Palabra, vigente desde el principio de los tiempos hasta el final, nos recuerda sus promesas, aumenta nuestra fe y podemos leer acerca de su amor. Y nos ha dado la oportunidad de pertenecer a una iglesia, donde podemos convivir con otros que comparten la fe en Cristo; nos motivamos unos a otros a creer en Él aun más, a recordar que tiene un plan eterno para todos los que hemos creído.  Dios ya hizo lo suyo, sacrificó a Su Hijo nos dio perdón y tenemos una nueva vida, ahora nos toca a nosotros obedecer. No veremos un cambio real si no DECIDIMOS obedecer, oír el evangelio, creer en Cristo, arrepentirse, y confesar a Cristo y hacerlo parte de nuestra vida.

El apóstol Juan escribe en su primera carta capítulo 2 versículo 14, “les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al maligno” Dios está muy interesado en nosotros, ¡somos lo más preciado que tiene! Ni siquiera los ángeles, el cielo, el universo, la naturaleza, son más importantes que nosotros. Somos lo más importante para Él, y por eso quiere y busca que nos relacionemos con Él. La única manera de vencer aquello que nos genera culpa y vanidad, es permanecer en Dios.

El diccionario se refiere a la vanidad como algo inútil o una ilusión. Que triste es la vida sin sentido, inútil y que es solo una ilusión de algo que pudo ser bueno. Sin Dios así es la vida, como un sueño guajiro, como nubes en el cielo que en cualquier momento vuelan y se termina.  Este nuevo año decide tener una vida que valga la pena, no inútil. Dios espera que te relaciones con Él y busques darle significado a tu existencia. Ya basta de desperdicios, millones han echado su vida a la basura y se han dejado llevar por la amargura, tristeza y desesperanza, pero tú tienes la oportunidad de vivir diferente.

Relaciónate con Dios y ten un año nada vanidoso.

¡Cambio y fuera!

martes, 17 de enero de 2012

Manso no Menso

La capacidad para soportar reproches y ofender con moderación, y no embarcarse en venganzas rápidamente, y no ser provocado fácilmente a enojo, sino estar libre de amargura y de contención, teniendo tranquilidad y estabilidad en el espíritu.” Aristóteles, en la definición anterior, se refiere a la mansedumbre. Y es que ser manso no tiene nada que ver con ser menso. La mansedumbre se cita en la Biblia como una parte del fruto del Espíritu Santo en nuestra vida. Es una condición benigna, suave, apacible, sosegada, tranquila, el que no es bravo. También se relaciona con la humildad, virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones  debilidades  y obrar de acuerdo con este conocimiento. Se relaciona con la sumisión o rendimiento.

Hablar de humildad o mansedumbre en el mundo actual, donde el ser humano vive por y para sí mismo solamente, es complicado. Sin embargo cuando leemos la carta de Pablo a los Gálatas en el capítulo 5, acerca de la naturaleza del hombre, el odio, el rencor, la inmoralidad, los excesos, entre otros; el autor complementa que la clave está en tener el fruto que solo la presencia de Dios da en nuestra vida. Parte de este fruto es la humildad. La humildad de Dios se refiere a la virtud de la cual el hombre no se deja arrebatar fácilmente de la cólera con motivo de las faltas o el enojo de los demás. Es el equilibrio entre la impulsividad y la cobardía. No tiene nada que ver con la debilidad, pues es una cualidad fuerte por excelencia. Es la manera que reaccionamos ante las ofensas de los demás. ¿Eres de mecha corta? Entre más rápido es la capacidad de respuesta del mundo actual, la mecha se ha vuelto más corta. Cada vez nos enojamos más rápido, exigimos, reclamamos, explotamos y dejamos que la ira nos controle. La humildad o mansedumbre que Dios propone es aquella donde es válido enojarse por el motivo correcto, y contra las personas correctas, y de la manera correcta, y en el momento correcto, y por el tiempo correcto.

La mansedumbre es una prueba de fortaleza y no de debilidad. Jesús es el mejor ejemplo. En el evangelio según Juan 2:14-17 nos relata la historia de cuando Jesús, literalmente, se enfureció en el templo. Jesús llega y sorprende a mucha gente en plena vendimia, glotonería y borrachera afuera del templo, y claro que Jesús se enoja muchísimo y los corre a todos. No estaba en contra del comercio, la comida, la bebida o la convivencia, pero sí en contra del desenfreno y del uso incorrecto del templo. No fue nada menso, fue firme. En muchas ocasiones durante la lectura de los evangelios, vemos como Jesús reprendía fuertemente a los fariseos, les llamaba hipócritas. Sin embargo, nunca veremos que explote o salga de sus cabales.

Moisés, en el antiguo testamento, también demuestra su mansedumbre, se enoja cuando es necesario. El libro de Éxodo 32:19-20 relata “Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.” Moisés había estado en la presencia de Dios recibiendo los 10 mandamientos, dejó al pueblo encargado con Josué. Y al pobre de Josué se le hizo fácil hacerle caso a las necedades del pueblo, quienes le pidieron una estatua con forma de becerro de oro a quien adorar, porque “de plano” no veían claro que Moisés regresara. Era un motivo muy fuerte para que Moisés al ver esto se molestara. Sin embargo él mismo tiene una opinión humilde de sí mismo y buscar ayudar al pueblo a conseguir el perdón de Dios. En aquel tiempo no podían solo hincarse y pedir perdón, era necesario un protocolo mayor. Así que en los versículos del 30 al 32 del mismo capítulo, vemos relatada la reacción de Moisés: “Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Ustedes han cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Dios; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado. Entonces volvió Moisés a Dios, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, quítame ahora de tu libro que has escrito.” Moisés estaba dispuesto a que Dios lo  castigara a él, con tal de que perdonara al pueblo. Era manso, no menso. Se enojaba por los motivos adecuados, pero permanecía humilde delante de Dios.

El autor William Barclay menciona lo siguiente, “La mansedumbre/humildad, entonces, es esa cualidad virtuosa por la que tratamos a todos los hombres con cortesía perfecta, que podemos reprender sin rencor, que podemos discutir sin intolerancia, que podemos enfrentar la verdad sin resentimiento, que podemos estar enojados y sin pecar, que podemos ser gentiles y sin embargo no ser débiles.”

Como seguidores de Jesús, particularmente vivimos para recibir la Palabra de Dios con mansedumbre, según la carta de Santiago 1:21 “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibamos con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. ” Seamos humildes al escuchar lo que Dios nos tiene que decir, no lo sabemos todo, y con el conocimiento que tenemos con frecuencia la regamos. Pablo en su carta a los Gálatas 6:1 nos recuerda que “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. ” Si te das cuenta que alguien está pecando, Pablo nos motiva a decirle con MANSEDURMBRE, es decir, siempre humildes, no vaya siendo que caigamos igual o peor. Dice Santiago 3:13 que si alguno de nosotros quiere mostrarse sabio o inteligente, la forma correcto de demostrarlo es a través de las buenas obras con mansedumbre y humildad.
Vivir la vida con éxito requiere caminar con la ayuda del Espíritu Santo.  Buscando ser gentil en las pruebas, no débil o cobarde, es la humildad en conjunto con el dominio propio, lo que nos ayuda a tener éxito y vivir plenamente. El reto es ser siempre manso, nunca menso.

Cambio y Fuera!

lunes, 16 de enero de 2012

Autocontrol

Dices creer en Dios y ser religioso, pero no controlas tus palabras, tu propia lengua; entonces eres un hipócrita. (Santiago 1:26). El ser humano ha desarrollado muchas capacidades y ha logrado dominar el mundo entero, sin embargo carecemos de dominio propio, no somos capaces de templarnos a nosotros mismos. El dominio propio es la virtud más cotizada hoy en día. Ser templado o tener dominio propio significa ser moderado, sobrio, contenerse. “Donde subsiste esta virtud, la tentación puede tener poca influencia.” (Macknigth). En conclusión es la virtud que surge de la autodisciplina.

La templanza o dominio propio debe ser añadido al conocimiento, es decir, primero leemos y aprendemos, pero inmediatamente lo debemos poner en práctica.
El rey Salomón dice en Proverbios 16:32 que es más fácil capturar una ciudad que dominar nuestro espíritu. En el 25:28 dice que como ciudad derribada y sin protecciones es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda. El apóstol  Santiago escribe que el primer y más difícil paso es dominar nuestra propia lengua. En los primeros capítulos hace una comparación bastante interesante, de cómo puede ser más fácil controlar el incendio de un bosque, que la lengua de un ser humano. Somos capaces de domar bestias muy salvajes, pero se nos complica quedarnos callados, de la misma boca donde salen bendiciones salen maldiciones y palabras de muerte. ¿Cómo puede ser esto?

Solamente en Jesús obtendremos la fortaleza que necesitamos para desarrollar dominio propio. En la carta a los Romanos 7:14-25, el apóstol Pablo nos menciona ideas difíciles de aceptar, sin embargo al entenderlas seremos capaces de mejorar nuestra vida. Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Seguramente te ha pasado que haces lo opuesto a lo que realmente quieres, ¿cierto?, Pablo lo relata, nos dice que no somos capaces de hacer lo que deseamos, aunque tengamos toda la disposición de hacerlo. Segundo punto, vivimos cautivos del pecado. Lo que nos lleva al tercer punto, estamos desesperados y la ÚNICA respuesta es Jesús.  Mismo Pablo nos relata en su carta a los Gálatas 5:17 lo difícil que es vivir esta vida, y como es una batalla constante, pues nuestra naturaleza nos lleva al desenfreno, sin embargo solo Jesús nos da esperanza.

Siendo Dios a través de Jesús la única respuesta, solamente nos queda tomar nuestra responsabilidad. Debemos creer en Su palabra, como dice la carta a Filipenses, “todo lo puedes en Cristo que te fortalece”. Y con esa fe, continuar con el proceso. Pedirle a Dios que sea Él quien actúe en nosotros. El libro a los Colosenses nos reta a  matar nuestras características terrenales. Revestirnos de Cristo y crecer diariamente. Trabajar como si todo dependiera de nosotros. Sin embargo no estamos solos, tenemos a Dios de nuestro lado.

Todos necesitamos desarrollar dominio propio. La manera en que pensamos, lo que comemos, hablamos, cómo administramos el dinero, el uso que le damos a nuestro tiempo, en nuestras actitudes diarias, para buscar a Dios, para vencer la lentitud y la pereza, para servir a Dios, en los deseos sexuales, en todo.

¿Qué tanto controlas tu sexualidad? O será que como la mayoría hoy en día… Dejas que tu sexualidad te controle. La primera carta de Pablo a los Corintios capítulo 10 versículo 23 dice: “todo me es lícito, pero no todo me conviene, todo me es lícito, pero no me dejaré dominar”. Aunque no lo creas, Dios no prohíbe, en Él tenemos un estilo de vida que nos lleva a la eternidad. Que se pueda hacer, que los “astros” se acomoden para que lo puedas hacer, o lo que es peor, que lo sepas hacer; no significa que es lo correcto y lo más conveniente. En el capítulo 6 de la primera carta a los Corintios nos hace reflexionar de manera interesante diciendo, “huyan de toda inmoralidad sexual, ¿Acaso no saben que son templo del Espíritu Santo?, es decir, no son  de ustedes, son de Dios.” No somos dueños de nuestro cuerpo, solo Dios es dueño. Actualmente menos del 30% de las mujeres llega virgen al matrimonio, ¿qué porcentaje de hombres? Solo en Dios puedes tener dominio de ti mismo y de tus hormonas. ¿Has escuchado esas frases sobre “experimentar”, “dejar ser”, etc.? La Biblia, la palabra de Dios, tiene como objetivo que logremos el éxito en todo sentido, y busca que evitemos la mayor cantidad de errores. Sin embargo es nuestra decisión.

Al buscar hacer la voluntad de Dios, el dominio propio será una consecuencia. Es necesario ser constantes y perseverantes para lograrlo.  La mejor analogía es sobre las palmeras, estas se doblegan con los fuertes vientos y tormentas en las playas, sin embargo nunca se rompen; a pesar de que se doblen casi 90º grados, jamás se rompen. Recuerda que puedes resbalar, pero nunca caer.

Cambio y Fuera!

martes, 6 de diciembre de 2011

¿Que tan bueno eres?

¿Cuánta gente buena conoces? Todos nos hemos referido alguna vez a cierta persona que consideramos “buena” y solemos decir que “a la gente buena, cosas buenas le pasan” y otros dichos. Sin embargo Dios redefine la bondad. En el evangelio según San Lucas 18:19 Jesús nos dice que ni siquiera a él le llamemos bueno, ninguno hay bueno, sino sólo Dios.

Para la mayoría, bueno significa tener una inclinación natural a hacer el bien, hacer alguna acción buena, tener blandura y apacibilidad de genio. Pero la Biblia convierte esta palabra en un llamado mucho más exigente. Para Dios la bondad tiene que ver con ser útil, con la excelencia, se refiere a la rectitud de corazón, es una actitud de ayuda hacia los demás.

En la entrada anterior del blog, hablábamos sobre benignidad que tiene que ver con ese sentir interior de hacer el bien, producido por el Espíritu Santo. En cambio, la bondad es la manifestación exterior de la benignidad que ya ha sido producida en nuestro corazón por el Espíritu Santo. Benignidad es una disposición hacia otros que se traduce en acciones suaves y la bondad es una actividad “bondadosa” a favor de ellos, que de acuerdo al caso, pueden ser acciones drásticas. Se dice que en un mundo tan corrupto y destruido como en el que vivimos hoy en día, se necesita con urgencia gente “buena”. Sin embargo la bondad nace de un corazón generoso que está dispuesto a dar sin recibir. Es alguien que se ha olvidado de sí mismo para servir a los demás. Piensa en las necesidades de los demás, todo lo contrario al egocentrismo que reina la mente y el cuerpo del ser humano actual. Bondad viene de un corazón que se caracteriza por ser dadivoso, bueno, puro, recto, correcto y honorable.

Ayudar a los demás, de acuerdo a lo que describe la Biblia, se refiere a la ayuda que carece de hipocresía, vanagloria, no hay intereses de por medio. Tiene que ver con apoyarnos los unos a los otros en oración. Amonestar a los demás cuando vemos que el pecado es evidente en su vida, es una cualidad firme, no necesariamente medios suaves. El apóstol Pablo le dice a los Romanos en su carta, en el capítulo 15 versículo 14, que “nosotros mismos estemos llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podamos amonestaros los unos a los otros.”

Un ejemplo interesante en la Biblia lo encontramos con Pablo y la iglesia en Corinto, relatado en la primera carta a los Corintios en el capítulo 5. Donde Pablo los amonestó muy fuerte por un caso de inmoralidad sexual. Pero en la segunda carta a los Corintios en el capítulo dos, les hace saber que lo hizo con tristeza y dolor esperando recibir de ellos una respuesta favorable. Esta actitud se caracteriza como bondad. Otro ejemplo del mismo Pablo, pero ahora con Pedro, otro de los apóstoles. En la carta a los Gálatas capítulo 2 versículo 11. En la iglesia de Antioquia, Pedro se apartó de los gentiles (se refiere a gente que no fuera judía, en aquel tiempo eran muy discriminados, pues solo los judíos “pertenecían al pueblo de Dios”) para no comer con ellos, porque le tenía temor a las críticas de los judíos y con esa actitud arrastró a Bernabé, por lo cual Pablo, haciendo uso de la bondad, reprendió a Pedro, sabiendo que judíos y gentiles fueron justificados por Dios y entre ambos ya no había diferencia. Estos ejemplos seguramente son muy diferentes de las definiciones que el común denominador tiene de ser bueno.

Una persona bondadosa es aquella que tiene una conciencia limpia, tiene una felicidad interior de poder ayudar a otros, es confiable no tiene dobles intenciones, su bondad se refleja en su rostro, y tiene una personalidad diferente.

La carta de Tito en el capítulo 3 da la definición perfecta de la bondad, a continuación se parafrasea. “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, y por la renovación en el Espíritu Santo. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las cuestiones necias, porque son vanas y sin provecho.  Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.”

Como se mencionó al principio, no hay nadie bueno, solo Dios es bueno. Pero todos debemos aprender la bondad de Dios e imitarla, esforzarnos en imitarla. Seamos personas útiles, dejemos la necedad. Seamos buenos.

¡Cambio y fuera! 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Dícese de la cualidad del benigno

¿Alguna vez has escuchado la palabra benignidad? Es una de las características del fruto del Espíritu Santo, es decir, de que Dios viva en nosotros. Si buscamos en el diccionario encontraremos una definición bastante vaga: cualidad del benigno. Pero si buscamos un poco más encontraremos que se refiere a aquel que es afable, benévolo, piadoso, que no es maligno.

Sin embargo, Dios le da un significado enorme. A lo largo de toda Biblia encontramos que la benignidad tiene que ver con la cortesía, gentileza, educación, ser considerados, atentos y amables. Es la cualidad que hace que otras personas se sientan cómodas cuando están con nosotros. Dios hace de esta palabra una característica muy importante en nuestra vida.

Desde que Dios creó al hombre y a lo largo de toda la historia, nos ha mostrado su amabilidad y benignidad. Siendo una cualidad imposible de alcanzar por nosotros mismos, la única fuente es Dios. Desde la creación del universo y el cuidado que Dios tiene para todos los detalles que ha creado, podemos ser testigos de su benignidad, el Salmo 65 lo relata bastante bien. En el Salmo 145 también nos relata que Dios ha sido amable y benigno de generación en generación.  La clave es la benignidad en nuestra vida y la encontramos en el Salmo 25:8 “Dios es bueno (benigno) y recto; por tanto, Él enseñará a los pecadores el camino.” Aprender el camino de bien es lo que nos llevará a adquirir esta característica. Dios siempre será bueno y benigno con aquellos que confiamos en Él, según el libro de Nahúm 1:7.  El Salmo 34:8 nos motiva a confiar en Dios, pues Él es bueno para con los que confían en Él.

Y en el Nuevo Testamento vemos que el mismo Jesús nos motiva a ser benignos, pues tenemos ejemplo en Dios. El evangelio según San Lucas 6:35 dice que debemos Amar a nuestros enemigos, y hacer bien, y prestar, no esperando de ello nada; y será nuestro premio grande, y seremos hijos de Dios; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.” Si Dios es benigno con aquellos que no lo merecen, es decir, con nosotros, ¿no podremos ser benignos de igual manera nosotros?, siempre sin esperar nada a cambio. El apóstol Pablo en su carta a los Colosenses capítulo 3 versículo 12 nos lanza un reto muy interesante: “Vístanse, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.” Es decir que estás características deben ser nuestra vestimenta de todos los días, no podemos salir sin ella, la necesitamos para cualquier área de nuestra vida, deben ser parte de nuestra identidad como hijos de Dios, nuestra ventaja competitiva en comparación con el resto. Como directriz para las relaciones. En su carta a los Efesios, de igual manera el apóstol Pablo, en el capítulo 4 del versículo 31 al 32 complementa motivándonos a quitar de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y toda malicia. Antes seamos benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también nos perdonó a vosotros en Cristo.” Ninguno de nosotros es merecedor de la benignidad de Dios, de su misericordia, y aun así Dios decidió regalárnoslo, tomemos su ejemplo y seamos igual.

Realmente, somos benignos hacia los demás. ¿Qué tan cómodos se sienten los demás en nuestra presencia?, ¿los demás sienten que pueden acercarse a nosotros? O ¿todos buscan alejarse?

Tal vez antes no sabías que Dios SÍ ha sido benigno con nosotros, ha sido amable de sobremanera. Y es que lamentablemente tenemos acceso a esa benignidad con tanta facilidad que muchas veces ni siquiera nos percatamos de agradecerla, y lo peor, la despreciamos.  ¿A qué me refiero? Leamos lo que nos dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos capítulo 2 del versículo 4 al 11. “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?  Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo.” Lo que Pablo nos está diciendo, es que cada vez que nos aferramos al pecado y cada vez que guardamos como un gran tesoro la ira y el enojo, entonces nuestro corazón se endurece y nos volvemos indiferentes a la benignidad y paciencia de Dios. No menospreciemos este regalo tan increíble por parte de Dios, sino seamos sabios en escoger lo que realmente nos conviene. En ese mismo capítulo de Romanos en el versículo 21 Pablo nos advierte  que Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?. Seamos congruentes, ya somos conscientes de lo que Dios nos ha dado, no lo dejemos a un lado.

La benignidad no es solo una cualidad denota una acción. Como dice la carta de Pablo a los Filipenses en su capítulo 4 versículo 5, nuestra gentileza debe ser conocida por todos los hombres, pero ahora mismo, porque Jesús regresa pronto. No debemos esperar a que el mundo cambie, todos mejoren, y merezcan nuestra amabilidad, es necesario que desde ahorita seamos amables y benignos como merecedores y no merecedores.

Cambio y Fuera!

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Eres Fiel?


¿Tienes fe?, ¿eres fiel? Parecen preguntan muy diferentes. Tenemos fe en muchas cosas, algunos tienen fe en Dios, en sus creencias, en sus pensamientos, sentimientos, en alguna persona; sin embargo la fidelidad no creemos que vaya ligada a la fe. Según el diccionario tener fe es el conjunto de creencias de una religión. Y la humildad tiene que ver con la lealtad. En la Biblia, Dios le da un nuevo significado a la fe o fidelidad, ya que en el caso de lo mencionado en la carta de Pablo a los Gálatas 5:22, sobre el fruto del Espíritu Santo, la fe y la fidelidad es lo mismo.  Fe/fidelidad en la Biblia tiene el sentido activo de fe, indicando la acción de confiar en alguien, pero en algunas ocasiones puede tener sentido pasivo, ser confiable. En este segundo caso, se puede traducir fidelidad. Es con frecuencia usada como una convicción o creencia con respecto a Dios y a Cristo, pero también es usada para describir la cualidad de "fidelidad, devoción". Entonces el reto se vuelve más alto, ya no es suficiente con tener fe, es necesario ser fieles, confiables, es decir que otros tengan fe en nosotros.

Todos hemos resaltado alguna vez la increíble cualidad de Dios de ser fiel. Dios es fiel. Dios es fiel, porque está con nosotros en los problemas, y aunque sea complicada nuestra situación sabemos que está ahí. Dice el apóstol Pablo a los Romanos en capítulo 8 versículo 31, “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”. Entonces no hay excusas, confiemos en que Dios siempre trae algo entre manos, debemos confiar y obedecer aunque no entendamos todo. Jesús mismo fue fiel cuando estuvo en la tierra, pues se apegó a su propósito; dice el evangelio según San Juan 8:29 citando a Jesús “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada”. La fidelidad de Dios se extiende a todo lo que estar con Él conlleva, dice Hebreos 4:16 que  tengamos la confianza de acercarnos a Dios, a su trono de gracia, para entonces alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”, en una generación que ha decidido no cumplir promesas, Dios es el único que siempre cumple sus promesas. Y sobre todo, Dios es fiel por siempre, es decir, la fidelidad es parte de su persona y no importa lo que el ser humano haga o no haga, Él no cambia y sigue siendo fiel. Así que, siendo nosotros sus hijos y su creación a su imagen, entonces  Dios confía en nosotros y no nos da más de lo que podamos soportar, tiene fe en que nos ha dado las herramientas para salir adelante. Pablo nos dice en su primera carta a los Corintios 10:13 que “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”

Salmo 12:1-2 dice: “Hay acaso algún fiel entre ustedes; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres.” ¿Puedes creer que estas fueron las palabras de David, el salmista, hace miles de años? Pareciera que el ser humano no ha cambiado y sigue comportándose de la misma manera, hoy en día no existe gente fiel. Las relaciones se rompen por falta de fidelidad, por romper la confianza que se tenía el uno por el otro. Sin embargo, que no exista la fidelidad no significa que podamos vivir sin ella, al contrario, es urgente encontrar fieles.

Lo más importante es querer ser fiel. Es una decisión 100% personal, como todas las características del fruto del Espíritu en nosotros, es una consecuencia de una decisión, no es una característica con la que nacimos. Las verdades que nos hacen creer, así que seamos veraces con la fidelidad, hagámosla parte de nuestra vida, de tal forma que se vuelva un estilo de vida. Sin embargo ser fiel no significa ser como borreguitos e ir tras ideologías al por mayor, significa meditar en lo que creemos, definir prioridades y convicciones y entonces sí, aferrarnos a ellas.

Obtendremos fidelidad, de la que Dios nos enseña, cuando estamos en comunión con Él, es decir, cuando Dios vive en nosotros. Reconocemos que necesitamos esta característica en nuestra vida. Pedimos que Dios nos ayude. Y entonces comenzamos a ser cuidadosos en nuestra forma de actuar, es decir, necesitamos ser perseverantes en la fidelidad.

¿A qué le eres fiel? Las respuestas pueden ser muchas y muy variadas, pareja, marca de ropa, artista, estilo de comida, etc. Sin embargo la pregunta real es: ¿a qué vale la pena ser fiel? Entonces sí es necesario reflexionar. Necesitamos ser fiel en primer lugar a Dios, es la fuente perfecta de fidelidad, lo necesitamos con urgencia. Aprendemos a aplicar esa fidelidad, y las demás características del Espíritu de Dios, cuando pertenecemos a una iglesia local, seamos fieles a ella; es la única manera de retarnos unos a otros a permanecer, de otra forma tu decisión se verá débil constantemente. La familia es el entrenamiento por excelencia para el resto de las relaciones en nuestra vida, seamos fieles a nuestra familia. Y por último, pero igual de importante que las demás, nos debemos fidelidad a nosotros mismos; seamos congruentes con nuestras convicciones, vivamos con integridad, dejemos de mentirnos a nosotros mismos, cuidemos lo que entra y lo que sale de nuestra mente, boca, oídos, corazón; seamos fieles a nuestros principios, a nuestros sueños. Se fiel a lo que realmente vale la pena, todo lo demás te seguirá dejando un vacío interior.

Ser fiel es tener congruencia entre la vida espiritual y la vida real, es decir, involucrar la mente, el corazón y la voluntad en todo lo que hacemos. Es imposible decir que podemos llevar una doble vida, la espiritual y la vida real. Nuestra vida real debe basarse en la espiritualidad que Dios nos da. De otro modo, somos infieles.

Dios nos da el ejemplo perfecto de fidelidad, y lo mejor es que nos da el Espíritu Santo para que viva en nosotros y nos ayude a ser fieles y confiables, no hay excusas.  Busquemos la fidelidad divina, la que Dios nos da y nos permite tener. La fidelidad de Dios tiene que ver con personas fieles en las que se puede confiar, de las cuales se puede depender, es esa persona de quien cuya palabra que podemos aceptar sin reserva; es una descripción inquebrantable e inflexible como la de Jesús, es confiar siempre en Dios.

Cambio y Fuera!